Elio Romano Ervitz, nacido en París, criado en Milán, formado entre Los Ángeles y Nueva York, llevaba en el ADN el sello del nomadismo. Tal vez el carácter errante impreso en Elliott Erwitt sea la causa de su particular manera de ver la vida, optimista y sarcástica; como la ausencia de pereza a la hora de migrar, la de su sublime poder sobre lo cotidiano y la versatilidad de su mirada.
Famoso por su ironía y su instinto para congelar instantes cómicos y absurdos, Elliott Erwitt no elude el compromiso social ni la representación del conflicto. De hecho se inició en los brazos del fotoperiodismo y la crónica social. Ha documentado los conflictos raciales en la América de los 60, la miseria de la posguerra española, el 40 aniversario de la Revolución Rusa (1957) o el frío e incierto futuro de Bratsk (Siberia) en el 67. Y lo ha hecho en cualquiera de esas circunstancias con idéntica sorna, con la misma visión crítica y sagaz empleada para retratar perros. Porque, pese a que todas sus instantáneas rezuman ingenio y un burlesco sentido humor, limitar la magia de su lente a una cuestión de diversión resultaría, cuanto menos, grotesco.
Una Leica, tres objetivos, luz natural y una extraordinaria intuición han sido y son las herramientas de un maestro de la imagen que, a punto de cumplir los 89, continúa en activo, revela en blanco y negro, sin artificios digitales, y conserva su instinto ambulante.
Erwitt llegó a la mítica agencia Magnum —fundada en 1947 por David Seymour, Georges Rodger y Robert Capa— de la mano del propio Capa. Allí conoció al que hoy sigue considerando su gran referente: Henri Cartier-Bresson. El fotógrafo de la serendipia, el hallazgo y el lirismo de lo corriente. La agencia le abrió muchas puertas, incluso de las del Kremlin, pero fue su innata elegancia, su absoluta precisión y sus ojos vagabundos los que le impulsaron a traspasar fronteras.
La primera vez que pisó Cuba, tenía 36 años. Corría el 64 y en las venas cubanas la sangre de la revolución. Fue entonces cuando Erwitt captó las imágenes más emblemáticas de Castro y Che Guevara. Las que dieron la vuelta al mundo junto a las de Kennedy, Marylin, Nixon o Khrushchev. Pero Cuba le marcó especialmente: su gente, su amabilidad, su carácter hospitalario y generoso. En 2015 regresó al país caribeño para documentar la vida de una isla en plena transformación y colaborar con Habana Club en un proyecto de mecenazgo fotográfico, The Elliott Erwitt Havana Club 7 Fellowship, con el fin de permitir a las futuras generaciones seguir los pasos de Erwitt y plasmar la condición humana en Cuba a través de la fotografía documental.
La editorial teNeues publica Cuba. El corazón, el alma, la arquitectura, sus paisajes y sus gentes a través de la mirada mágica de Elliott Erwitt. El libro recoge más de un centenar de imágenes prologadas por el periodista e investigador literario Henry Louis Gates, JR. Una oportunidad única para descubrir la evolución y transformación del entorno y la sociedad cubana a lo largo de medio siglo.
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Hasta el 31 de julio, el Real Jardín Botánico de Madrid en el marco de PhotoEspaña 2017, acoge en el Pabellón Villanueva la exposición Cuba, dedicada a Elliott Erwitt. Comisariada por Roderick Van der Lee, la muestra repasa su pasión por Cuba e incluye obras sus dos estancias en la isla. Además coincide con la presentación de la primera edición del proyecto Elliott Erwitt Havana Club 7 Fellowship.
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Cuba by Elliott Erwitt. Foreword by Henry Louis Gates, Jr. € 69.90. ISBN: 978-3-96171-039-3. Textos en alemán inglés y francés.
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