Lo que pasa de noche comienza de manera abrupta. Una fría tarde, en un vagón de tren casi vacío, un hombre y una mujer se dirigen al Gran Norte. A través de los cristales helados contemplan cómo la noche cae a plomo sobre la tundra. A su alrededor sólo hay vacío. Fuera, un inmenso páramo que se hunde en la oscuridad, el azote del viento y la pesadez de la nieve. Peter Cameron tarda una página en trasladarnos al lugar inhóspito e incierto donde el matrimonio estadounidense protagonista de la novela arriba con la intención de adoptar a un niño.
Tras el espacio infinito de la estación en la que descienden únicamente existe el abismo del bosque y la soledad de un andén interminable. Y silencio. Algo más allá, el Borgarfjaroasysla (el nombrecito se las trae) Grand Imperial Hotel. El lugar es ficticio, el matrimonio carece de identidad. Él es “el hombre”, ella “la mujer”. Ya está. El elenco de personajes que desfilan por el hotel desde que ambos acceden a la recepción resulta tan extravagante como enigmático. La atmósfera, de por sí densa, se torna perturbadora a medida que avanza la trama y crece la tensión entre los protagonistas.
Aparte de los escenarios inusuales, Cameron describe en sus novelas la complejidad y fragilidad del ser humano con una soltura sorprendente. En esta obra melancólica y carente de luz, el autor logra un clima especialmente ambiguo, hecho de decepciones y reproches, de esperanzas difusas e intrincados motivos y tragos de aguardiente de liquen. En esta gélida historia, el autor mantiene su sobriedad y elegancia, su lenguaje poético evoca los ambientes góticos victorianos.
Peter Cameron (Nueva Jersey, 1959) publicó Lo que pasa de noche (What Happens at Night) en 2020. El pasado mes de abril, Libros del Asteroide editó la versión española magníficamente traducida por Catalina Martínez Muñoz. La propia editorial, que nos presentó al escritor norteamericano allá por 2012 (Algún día este dolor te será útil), considera la novela fascinante, “su mejor obra hasta la fecha”.