El islam es machista y discriminatorio, no es feminista ni igualitario. Es opresivo e injusto con las mujeres desde el principio de los tiempos. Ya lo había dicho antes y las consecuencias de romper el silencio impuesto fueron las esperadas: fue tachada de traidora e islamófoba subversiva, rechazada, expulsada de su grupo de origen. Todavía hoy, cuando escribo para opinar sobre temas relacionados con mi origen, con mi condición de hija de una familia musulmana marroquí, me tiemblan las manos, tecleo con miedo de ser castigada, afirma la escritora Najat el Hachmi en su nuevo libro Siempre han hablado por nosotras.
Najat el Hachmi nació en 1979 en Beni Sidel, Marruecos. La población, situada en la zona del Rif, sufría las consecuencias de una economía deficitaria por lo que la niña Hachmi, su madre y sus hermanos se trasladaron a Vic (Barcelona). Ella sólo tenía 8 años. Allí creció y estudió hasta licenciarse en Filología árabe en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Comenzó a escribir a los once años. Primero como entretenimiento hasta que halló en la escritura la mejor manera de canalizar sus inquietudes, la contradicción de sentirse de dos lugares a la vez y la forma de acercar esos dos mundos tan dispares. En 2004 publicó el libro Yo también soy catalana. El último patriarca recibió el Premio Ramon Llull 2008, el Prix Ulysse a la primera novela 2009 y fue finalista del Prix Méditerranée Étranger 2009. Con La hija extranjera y Madre de leche y miel, Najat el Hachmi recupera sus raíces y exterioriza el conflicto emocional, de identidad, las dificultades de la comunicación con su propia familia y el dilema salir o quedarse en el mundo de la inmigración.
En su último ensayo, publicado por Destino, la escritora marroquí reivindica, si cabe con más fuerza, la crucial importancia de alcanzar la igualdad entre sexos en todas las culturas y etnias. Al tiempo, alerta sobre el peligro de supeditar el feminismo a otras causas, pues “no estaba preparada para el escenario actual en que las chicas más jóvenes, en vez de unirse a la lucha contra el machismo imperante, se suman al adoctrinamiento religioso, se apuntan a las versiones reaccionarias”, explica.
Para el Hachmi existe una regresión demencial en la que el velo, como signo externo de toda esa involución, es la punta del iceberg de un feminismo identitario —el llamado feminismo islámico— que vincula la necesidad de igualdad a los textos sagrados, negando la misoginia estructural tan notoria en el islam. Lo preocupante no son sólo los imanes y las hijas alienadas en las redes sociales. Le inquieta muchísimo cierta izquierda que, de un tiempo a esta parte, “ha caído en la trampa del relativismo cultural y ha empezado a reivindicar acríticamente todo aquello de lo que hemos huido y por lo que hemos pagado un precio altísimo”.
Siempre han hablado por nosotras es un manifiesto en el que la autora defiende un feminismo universal, desvinculado del origen de la mujer, de los matices ideológicos, de las apropiaciones partidistas. ¿En qué momento el debate feminista pasó de centrarse en los mecanismos de discriminación, de señalarlos y denunciarlos, a ser una disputa por la representatividad? Pero hay algo todavía peor […], el cambio que se ha producido en los debates públicos en relación a lo que se conoce como «mujer musulmana». Y es que la escritora rechaza el determinismo con respecto a la inmigración y la retórica islamista que “introduce la religión en el debate público y la utiliza como un instrumento para hacer política”. Denuncia con firmeza una regresión en avances que creíamos irreversibles.
“En pleno auge del feminismo mundial, en pleno estallido de las reivindicaciones de las mujeres, a algunas de ellas se las insta a respetar los límites de la propia tribu. Por lo que parece, a ellas no les ha servido de nada emigrar, vivir en una sociedad democrática e igualitaria, porque entre imanes, mujeres resentidas e izquierda relativista les han importado la tribu entera”, concluye.