Son cuarenta y dos las bibliotecas imaginarias que Mario Satz explora en este libro recién publicado por la editorial Acantilado. Pese al título, no se trata de fantasías inventadas por el autor. Todas ellas existieron, formaron parte de diversos episodios de la historia de la humanidad, contribuyeron a transmisión del saber y albergaron la memoria del tiempo. A biblioteca por capítulo, el escritor argentino rinde un bello homenaje a esos espacios de culto donde caben todos los mundos posibles, al tiempo que nos descubre libros extraordinarios y personajes variopintos.
El libro se abre una mañana lluviosa a pocos kilómetros de Khorsabad (Irak), en los tiempos de Paul-Émile Botta. En los de Asurbanipal, allá por el siglo VII antes de nuestra era, las gestas entre dioses y dioses, dioses y hombres, y hombres y hombres se narraban en tablillas de arcilla cocida. Cuentan que el último rey asirio no sólo fue un poderoso jefe militar, también un erudito cuyo empeño por preservar la cultura y el saber le llevó a construir la biblioteca más hermosa y completa de Mesopotamia. La misma que obsesionó al arqueólogo francés hasta que halló los primeros vestigios bajo tierra a mediados del siglo XIX.
A partir del relato sobre cómo Botta desenterró las primeras tablillas de la biblioteca de Asurbanipal, Satz viaja hasta Egipto y Venecia, a Tombuctú y al Japón de la Era Heian, a la Murcia islámica del siglo XII “cuando Ibn Arabi bajó al fondo del mar” o las cuevas Qumrán donde se encontraron las copias más antiguas de los libros de la Biblia escritos en hebreo y arameo, allá por el siglo III a.C. Pero no sólo de grandes hallazgos, revelaciones insólitas, conjuntos arqueológicos o ciclópeos edificios repletos de anaqueles vive Bibliotecas imaginarias. Con su prosa cuidada y exquisita, el escritor bonaerense rescata también pequeños reductos secretos como la biblioteca de Quevedo, curiosas historias de libros, robos de códices o relatos sobre personajes ilustres.
Él, Mario Satz, que se siente sobre todo poeta, narra como tal. Escoge su léxico con precisión y lo hace desde el interior, buscando siempre la belleza de la palabra, su música. Como estudioso de la Cábala y los libros sagrados (el Corán, la Biblia, la Torá) sus textos reflejan su extenso conocimiento de la historia, su inquietud por lo espiritual y su amor por la naturaleza. En su lenguaje hay mística y serenidad, rigor histórico y fantasía. En Bibliotecas imaginarias deslumbra sobre todo su capacidad para recrear atmósferas silenciosas que huelen a libro recién horneado, a papiros milenarios, y a tiempo suspendido.