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La sed de Paula Bonet

'La sed', de Paula Bonet, es una estruendosa resurrección femenina y artística que se abre paso a dentelladas.

La sed es cruda. La sed duele y reseca. Es desolación. Pero también evolución. Un proceso de descomposición, y al tiempo, una síntesis. Un despertar a través del dolor. Una especie de catarsis emocional que comienza lenta, inexorable en busca de una voz propia. Porque la sed de Paula Bonet no es física, sino interior. Y el título de su último libro, editado por Lunwerg el pasado mes de octubre.

La sed es un bellísimo ejercicio de purga en forma de libro, que puede leerse como un largo poema cuyos versos se dibujan en palabras, se escriben en imágenes. Más de trescientas páginas de dibujos, grabados y óleos en las que la autora se reencuentra con sus pinceles para narrar una historia de introspección. Íntima, salvaje: la suya. Con el seísmo como metáfora del desgarrón interno, Paula Bonet teje página a página un entramado de arte gráfico y texto que no puede entenderse por separado, sino como un complejo proceso de reconstrucción personal.

El eje narrativo corresponde a Teresa. Una mujer que se enfrenta a la incertidumbre vital desdoblándose en otros dos personajes: Lupe, la dura; Monique, también herida, pero mucho más ingenua. Teresa es el fruto de ambas. Un personaje ambiguo que habla a través de las “despertadoras”. Clarice Lispector, Anne Sexton, Sylvia Plath, Virginia Woolf, Teresa Wilms Montt son las “madres” que sacudieron la conciencia de la autora; quienes, con su obra, removieron los cimientos de una vida que de pronto descubrió casi sin recorrido. El epicentro de ese terremoto interno a las que Bonet rinde un homenaje velado mediante pequeños gestos, citas textuales, escenas intensas.

Aunque huye de todo tipo de etiquetas —incluida la “de género”—, La sed es un canto a la igualdad. Una obra que despedaza el patriarcado, la misoginia y la dependencia a golpe de pincel. Por sus páginas desfilan angustia y soledad, sexo, miedo, muerte, suicidio. Sentimientos que desembocan en una estruendosa resurrección femenina y artística que se abre paso a dentelladas.

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