Allá por el año 1973, un señor llamado Tom Wolfe publicaba un libro que iba a revolucionar el concepto de la profesión. El nuevo periodismo habla sobre esa generación que cambió para siempre la manera de contar la realidad. Joan Didion fue la única mujer que el escritor incluyó en dicha antología. Todos aquellos señores (Wolfe, Hunter S. Thompson, Gay Talese, Norman Mailer) y esta señora dedicaron muchos años y textos a decir lo que sucedía a su alrededor y adquirieron el vicio de hacerlo con fluidez y precisión. Se empeñaron en encontrar el tono de la ficción para narrar el mundo sin faltar a la verdad.
Pero ella, Joan Didion, supo además construir una escritura desde el interior. La suya. La que hacía tras diseccionar con el rigor de un forense lo que percibía a su alrededor. Incluido su yo más íntimo. Así, con un bisturí afilado en la mano y unas lentes de aumento ante la realidad, armó su voz. Y eligió no callar. En sus crónicas iniciales se percibe claramente la influencia estilística de Conrad y Hemingway (quienes ella consideraba los maestros de la brevedad). Fue durante sus años neoyorkinos cuando colaboró con diferentes revistas y periódicos donde escribía sobre personalidades, diseñadores y asuntos banales hasta que le hincó el diente al cine y los libros.
Didion nació en Sacramento, el 5 de diciembre de 1934. Estudió literatura inglesa en Berkeley y no salió de California hasta que se graduó en la universidad. Fue entonces cuando ganó un concurso de ensayo (el Prix de Paris), se trasladó a Nueva York y comenzó a escribir para Vogue. Eran los últimos años de la década de los 50 y en esa redacción aprendió a bregar con las palabras. Ya llevaba mucho en el oficio de contar el mundo. Desde niña. Sólo que en la revista empezó a hacerlo en serio “no se incumplían los plazos, no se cometían errores, se aprendía deprisa o te echaban”. Escribir pies de fotos (de exactamente 39 caracteres) le reconcilió con la necesidad de resumir, de hacerlo rápido, de hacerlo bien. También entonces conoció al escritor John Gregory Dunne con quien se casó poco después. Luego volvió a California.
En sus crónicas y reportajes aborda las contradicciones de su país, la cultura norteamericana, sus personales experiencias en Nueva York y California. Se involucra en la vida cotidiana, en la sociedad, en el espacio, en el momento preciso y lo traslada al papel con un ritmo extraordinario, exclusivamente suyo. Buen ejemplo de la soltura, el lirismo y la lozanía de su prosa es Self-respect: its Source, its Power (La autoestima: su origen, su poder), que publicó en Vogue en 1961. Este y otros ensayos publicados en la revista Life y The Saturday Evening Post forman parte de la primera recopilación de textos de no ficción en Slouching Towards Bethlehem (Arrastrarse hacia Belén), el libro que la convertiría en el icono femenino del nuevo periodismo.
También escribió guiones cinematográficos y novelas. La primera, Río revuelto relata el desplome del sueño americano y fue rechazada por doce editores; El año del pensamiento mágico y Noches azules, el suyo propio. Estos dos inmensos ejemplos de la llamada “literatura del duelo”, son las respectivas despedidas de la autora a su marido (en diciembre de 2003) y a su hija (octubre de 2004). “Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”. Y así hace literatura de la tristeza, sin cursilerías ni autocompasión. Cae y se levanta una y otra vez, pero no monta un espectáculo sobre sus desgracias. Porque ella también supo del arte de perder.
Durante los últimos años de su vida abandona el reportaje tradicional para dedicarse de lleno a la crítica cultural y política y ahondar aún más en los paisajes sociales del sur de EEUU. Algunos de estos ensayos se recogieron en After Henry (1992), Political Fictions (2001) y Sur y Oeste (2017). Lo que quiero decir (Literatura Random House, 2021) reúne varios artículos, crónicas, perfiles (Orwell, Hemingway, Mapplethorpe, Nancy Reagan) y ensayos breves. También explica cómo escribe y por qué o no (por ejemplo, relatos) escribe. El libro recopila doce textos inéditos en español de Didion bajo el eje de lo que el nuevo periodismo llamó “el narrador testigo”. Todos ellos los escribió al principio de su carrera. Y es que lo que Joan Didion quiso decir lo dijo durante toda su vida.