Ocho libros inexistentes. Ocho enigmas de la literatura que no lo hubieran sido de no haber desaparecido de manera repentina y poco usual. No se evaporaron ni se quedaron flotando en el imaginario del escritor; ni siquiera se perdieron durante décadas en el fondo de un cajón. Se trata de ocho obras cuyos autores escribieron, pero que por diferentes motivos fueron destruidos. Probablemente no son los únicos, sí los que Giorgio Van Straten reúne en su Historia de los libros perdidos.
Giorgio Van Straten (1955) es un editor, traductor y ensayista, experto en Kipling, London y Stevenson, cuyas obras ha traducido al italiano en numerosas ocasiones. Actualmente preside el Instituto Italiano de Cultura de Nueva York. Antes de adentrarse en el marasmo de los libros perdidos, ha publicado diversas novelas y ensayos y recibido premios literarios tan prestigiosos como el Viareggio o el Zerilli-Marimò de narrativa italiana.
“Cada uno de los libros, cada una de las perdidas, tiene una historia detrás, un responsable, alguien que tomó la decisión de hacerlo desaparecer”, dice el autor en la introducción de su periplo detectivesco en busca de las obras desaparecidas. ¿Cómo se le ocurrió a Van Stratten meterse en ese jardín?
Todo empezó con Romano Bilenchi, un escritor italiano cuya novela inédita —Il viale— dejó en un cajón con orden expresa de no publicar. Nació en Siena en 1909 y estuvo involucrado con el movimiento de la resistencia contra Mussolini. Tras la guerra fundó la revista Società y publicó varios cuentos, novelas y ensayos muy bien acogidos por el público y la crítica. Il viale, escrita entre los años 1956 y 1957, narra una intensa historia de amor que no llegó a terminar. Cuenta Van Straten que sólo tres o cuatro personas tuvieron la oportunidad de leer el manuscrito. Él, que era amigo y aprendiz del escritor, también lo leyó tiempo después. Cuando murió la esposa de Bilenchi, Van Straten quiso recuperar el original, pero la viuda había quemado todos los documentos del marido, incluida la novela.
Así es como se desvaneció el bello manuscrito que empujó a Van Straten a seguir el rastro de los otros libros perdidos, de la infamia y la tragedia que soportaron sus páginas antes de desaparecer para siempre. Sus pesquisas de sabueso le llevaron a tratar de descifrar los misterios de estas ocho desapariciones. Tras ellos viaja de ciudad en ciudad (Florencia, Londres, París, Moscú, Columbia Británica, Portbou…), lugares donde se perdieron los libros y que le sirven para titular cada uno de los capítulos de este ensayo tan inquietante como una novela policial.
Sesgada por el filo del perfeccionismo y la insatisfacción terminó la segunda parte de las Almas muertas de Gógol; pasto de la autocensura, los relatos de juventud de Hemingway; a manos del veto familiar palmaron las Memorias de Lord Byron. En la hoguera. Como la Doble exposure de Sylvia Plath que hizo arder Ted Hugues, su marido. También bajo las llamas murieron las casi mil páginas de In ballast to the White Sea, escritas por Malcolm Lowry. Se perdieron en el incendio de su cabaña. Lo intentó, pero jamás la pudo reescribir.
“Y luego está —continúa el autor— la voluntad de los herederos, en especial de los viudos y de las viudas, y su deseo de protegerse a sí mismos y a sus familiares”. De todas estas posibilidades da buena cuenta esta historia sobre obras perdidas ¿para siempre? Aunque de manera muy vaga, Giorgio Van Straten no pierde la esperanza (débil, advierte) de que algún día, en alguna parte, alguien recobre la pista para encontrar esa páginas arrebatadas al futuro. Ni tampoco la facultad para imaginar cómo fueron, que había en ellos, quién los habitaba antes de su destrucción.
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Autor: Giorgio Van Straten. Título: Historia de los Libros perdidos. Editorial: Pasado y presente.