Lo reconozco, son contadas las ocasiones que dedico a la literatura infantil y juvenil. Y no es porque los niños no lean. Cierto, no son legión (nunca lo han sido), pero existen. Por fortuna, muchos niños y jóvenes conservan aún esa extravagante costumbre: acarician páginas y olisquean el papel. Así que, ahora que se acerca la Navidad, las vacaciones y los regalos imposibles, tenemos más tiempo para jugar a leer durante las tardes de invierno. Y yo la excusa perfecta para dedicar unas líneas a los grandes libros para pequeños lectores. Esos lectorcitos y lectorazos que me reconcilian con el futuro.
Las editoriales se esmeran en fomentar la lectura. Se esfuerzan por formar un pequeño ejército de adeptos con libros para todas las edades. También para adolescentes a quienes enrolan con temas, situaciones y autores (Federico Moccia, Suzanne Collins, Laura Gallego…) muy del siglo XXI. También los sorprenden con títulos como El gato al que le gustaba la lluvia (Siruela), un cuento infantil escrito por uno de los autores más destacados y extraordinarios del noir escandinavo, Henning Mankell conocido en todo el mundo por sus novelas policiales. O un Robert Louis Stevenson convertido en poeta, como hace Hiperión con Un jardín de versos para niños.
Ideas magníficas, sin duda. Hasta que das con uno de esos “pequeños desperfectos” infectado por el amor a las letras desde los cinco, que a los catorce te pide un clásico. Y no uno cualquiera: Lorca, Carmen Martín Gaite, Camus o Kafka; a las Brönte, Ana Mª Matute, Sallinger o Keruack. Y entonces te gira la cabeza imaginando a tu criatura en plena efervescencia hormonal paseando por Nueva York de la mano de ese ente disruptivo que fue Holden Caulfield (a mí siempre me cayó fatal, pero esa es una historia que ya contaré otro día), persiguiendo junto a Sherlock a los seres más macabros de la capital británica o tratando de descubrir el fascinan (e insano) mundo de Gatsby.
Ellos, que tampoco son legión ni nunca lo fueron, también existen y quieren leer a autores que parecen tradicionalmente etiquetados “para adultos”.
Aunque no abran informativos ni ocupen las primeras páginas de los diarios, sellos como Siruela, Nórdica Libros, Anaya, Blackie Books, Sabina editorial o Santillana recuperan a estos autores con ediciones especiales y formatos atractivos para jóvenes, junto a los inolvidables e imprescindibles Dickens, Mark Twain, Alejandro Dumas, Jane Austen, Verne…
Desde los benjamines, que apenas empiezan a asomarse a ese entramado de hormiguitas negras —como decía Ana María Matute— que surcan el papel, hasta los jóvenes que casi rozan la adultez, las propuestas literarias para todos ellos son inmensas. He aquí unos cuantos tesoros literarios, nueve para ser exactos, perfectos para regalar en Navidad.
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