A Étienne-Gaspard Robert le llamaban Robertson en los círculos fantasmagóricos parisinos de finales del siglo XVIII. Pero este señor belga, adicto a las representaciones macabras, al ilusionismo y a los espectáculos, fue también un destacado científico, pionero en óptica, electricidad y galvanismo. Nacido en Lieja, formado en Lovaina y profesor de física, se trasladó a París atraído por las artes, especialmente la pintura.
Ya en tierras galas y en plena Revolución se introdujo en fascinante mundo de los globos aerostáticos gracias a su maestro y mentor Jacques Charles. Charles, que en 1783 logró elevarse a casi 1000 metros del suelo en su recién estrenado globo de hidrógeno, exploró las leyes de la aeronáutica y la física experimental, atrayendo de inmediato la atención de Robertson que ya andaba enredado en el estudio de la óptica y lo sobrenatural. Mientras mezclaba lo macabro con la ciencia, ideó su primer espectáculo fantasmagórico que estrenó el Pavillon de l'Echiquier de París el 23 de enero de 1798.
Sus fantasmagorías pronto se hicieron famosas en otras ciudades del mundo. Inventaba historias espeluznantes que lograban aterrorizar a los espectadores: apariciones sobrenaturales, escenas lóbregas, personajes siniestros en movimiento… ¿Cómo conseguía Robertson poner en escena estas representaciones? A través de un invento conocido en la época como linterna mágica, un artilugio óptico basado en el diseño de la cámara oscura con un juego de lentes, espejos y placas deslizantes. Él la montó sobre un armazón con ruedas. De esta forma, ponía en movimiento las imágenes proyectadas acentuando la sensación de misterio e incorporeidad. Adicionalmente comenzó a emplear trucos sonoros para acompañar sus performances, cada vez más inquietantes.
Pero no sólo de invocaciones vivía este peculiar caballero ilustrado. Disfrutaba como un niño con sus experiencias aerostáticas e investigaciones meteorológicas. El globo Minerva —un artefacto diseñado para transportar por el aire hasta sesenta personas— fue una de las utopías más celebradas de la época. Aunque jamás lo llegó a construir, la idea consistía en un medio de transporte masivo dedicado a la exploración del clima, la atmósfera y fenómenos como la densidad y temperatura del aire, los vientos o la presión.
Cinestesia recopila por primera vez en un solo tomo toda la obra de Robertson. Se trata de una edición limitada y numerada de 300 ejemplares que incluye sus memorias, su proyecto utópico de la Minerva, su programa de fantasmagorías, correspondencia, documentos e imágenes inéditas, además del ensayo sobre su vida escrito por Miguel Herrero Herrero, que detalla también sus actuaciones en España. El libro se complementa con imágenes en color de las colecciones François Binetruy.