Nunca seré como ellos. No navego, soy musulmana y soy mujer, solía decir Zaha Hadid cuando, tras ganar el Pritzker de Arquitectura en 2004, se la incluyó en ese selecto club de arquitectos estrella. Ella fue la primera mujer que logró tan preciado galardón. No fue el primero ni el único. Ya antes había conocido el sabor del Mies van der Rohe (2003), por el por el intercambiador de transportes de Estrasburgo; después, el Praemium Imperiale (2009). Entre otros muchos.
A ella, el hecho de abrirse camino en un mundo considerado no apto para no mujeres no parecía importarle demasiado. “Lo importante es que soy arquitecta, el ser mujer es una información secundaria. Pero quizá eso haya ayudado a otras mujeres, inspirándolas a que escojan esta profesión y hacer algo al respecto”, afirma a menudo. Y eso que no le resultó fácil lidiar con los prejuicios ni defender una estética espacial vanguardista en los tiempos del minimalismo.
Zaha Hadid nació en Bagdad en 1950. Su familia, de clase alta sunni y procedente de Mosul, le proporcionó una esmerada educación primaria en escuelas católicas francesas de su ciudad natal, realizando los estudios secundarios y el bachillerato en Suiza y Gran Bretaña. En la American University en Beirut completó su formación en matemáticas y arquitectura en la Architectural Association de Londres. Con su título recién estrenado comenzó su carrera profesional con Rem Koolhaas y de Elia Zenghelis, antes de fundar su propio estudio en la capital británica: Zaha Hadid Architects.
Al principio, sus diseños fueron más conceptuales e ideológicos, centrándose sobre todo en las formas y volúmenes neoconstructivistas que tanto le fascinaban. Estos primeros trabajos se tradujeron en extraordinarios dibujos artísticos, lienzos y notas a lápiz de proyectos no construidos. Algunos, como la propuesta para el Parc de la Villette en París o el Peak Project (Hong Kong), se conservan en el MoMA de Nueva York. Son dibujos intensos y dinámicos como realizados en movimiento, en un perpetuo estado de fluidez espacial. Este último se considera como el proyecto pionero en la investigación de la pintura como herramienta de diseño.
Pocos proyectos se hacían realidad entonces. Muchos consideraban que era imposible construir semejantes diseños de líneas sinuosas y juegos geométricos inspirados en el constructivismo y suprematismo rusos. No fue hasta la década de los 90 que comenzó su ascenso arquitectónico, con la estación de bomberos de Vitra en Weil-am-Rhein (Alemania), uno de sus primeros proyectos de diseño arquitectónico efectivamente materializados. A partir de ese momento, no sin polémicas, su camino hacia la cima se volvía menos abrupto.
Logró el empujón definitivo en 2003, cuando se inauguró en Ohio el primer proyecto norteamericano de Hadid: el Centro de Arte Rosenthal de Cincinnati. El edificio, que parecía romper los límites de la arquitectura desafiaba los conceptos estructurales aceptados hasta entonces. Y ganó. Al fin su idea de armonizar la cota cero (igualar el nivel del suelo al de la calle para evitar las escaleras), el paisaje y la relación de ambos con la estructura dejó de ser una extravagancia. Lo repitió con el MAXXI de Roma y la Ópera de Guangzhou en 2010 o el centro cultural Heydar Aliyev de Baku, en 2013. El infarto sufrido en Miami en 2016 le arrebató la vida y dejo numerosos proyectos en el aire.
Taschen presenta una edición actualizada de las obras completas de Zaha Hadid, en la que expone la evolución estética de la arquitecta. El volumen contiene fotografías, textos e ilustraciones de la propia artista. Expone la progresión íntegra de su carrera profesional, desde las construcciones más vanguardistas hasta los muebles y diseños de interiores que dieron forma a un universo único y plenamente integrado en el siglo XXI.
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Zaha Hadid. Complete Works 1979–Today. 2020 Edition
Philip Jodidio. Tapa dura, 22,8 x 28,9 cm, 3,25 kg, 672 páginas. Disponibilidad: abril 2020. Taschen
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