El universo artístico de Lygia Clark
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El universo artístico de Lygia Clark

Con motivo de la exposición dedicada a Lygia Clark en el Museo Guggenheim Bilbao, La Fábrica publicó el volumen que acompaña a la misma.

Lygia Clark nació en Brasil, el 23 de octubre de 1920. Su familia, tradicional y de buena posición social, le proporcionó una educación estricta en colegios religiosos que, al parecer no aprovechó como se esperaba. Lo cierto es que sus intereses iban por otros derroteros y aquella cultura encorsetada no encajaba con su espíritu rebelde y su carácter anárquico. Ella misma afirmaba que fue mala estudiante, así que a la mínima abandonó la formación reglada. Tenía 18 años cuando se casó con el ingeniero Aluízo Clark Ribeiro, trasladándose al poco a Río de Janeiro.

En la gran ciudad contactó con los artistas Roberto Burle Marx y Zélia Ferreira Salgado que le ofrecieron una formación inicial, más bien informal, que profundizó en París junto a Fernand Léger y Árpád Szènes. En su primera etapa como artista abordó la pintura a través de géneros convencionales como el retrato, el bodegón, los interiores domésticos, el paisaje y la arquitectura. Pero durante su estancia en la capital francesa se aproximó a la abstracción y el constructivismo.

De regreso a Río, sus experimentos disruptivos apuntaban ya a lo que iba a ser la contante en su obra: el cuestionamiento del concepto de “arte” y la ruptura con la tradición oficial brasileña cercana entonces a los principios de la Bauhaus y el suizo Max Bill. Hacia 1954, se une al Grupo Frente, junto con sus coetáneos Aluísio Carvão, Hélio Oiticica y Lygia Pape. Durante ese período su obra se engarza en los principios de la abstracción geométrica, creando lienzos de formas rectilíneas y colores brillantes. Pero tampoco era lo suyo. Ella, que pretendía desligarse de las ataduras del artista concebido como una especie de dios, continúa buscando una obra más social y participativa.

A partir de los años 60, cruza la barrera de lo habitual para instalarse en el universo del neoconcretismo cuyo lenguaje, a caballo entre el arte y la vida, se ajusta mucho más a sus ideas artísticas relacionadas con la psicología y la terapia. Esas investigaciones coincidieron con acontecimientos revolucionarios como el mayo del 68 francés y la aparición de una nueva generación de artistas brasileños implicados en movimientos como la Nova Objetividade (nueva objetividad) y Tropicália (tropicalismo).

Es precisamente durante este período cuando concibe las formas que la iban a convertir en un referente del arte neoconcreto y experimental: los Bichos. Con ellos rompe definitivamente con la noción de objeto artístico aislado, convirtiéndolo en materia táctil, visual y participativa. “Yo le daba el nombre de «bichos», por su carácter fundamentalmente orgánico. Además, la bisagra de ensamblaje entre los planos, me recordaba una espina dorsal”, explicaba Lygia Clark.

En efecto, los Bichos son una especie de origamis escultóricos construidos con planchas de acero inoxidable y aluminio, articuladas mediante bisagras. Ella los presentaba en varios planos con el fin de invitar al público a tocarlos, a cambiar sus formas. De esta manera, Clark pretende estimular la percepción integral, sin priorizar lo visual. Al final de su carrera, tras centrarse en una práctica terapéutica dirigida a activar la conciencia subjetiva y corporal, se dedicó en exclusiva a su actividad psicoanalítica. Falleció en Río de Janeiro en 1988.

El pasado mes de marzo, con motivo de la inauguración de la exposición Lygia Clark: La pintura como campo experimental, 1948-1958 en el Museo Guggenheim Bilbao, La Fábrica publicó el catálogo que acompaña a la misma.

El volumen explora la producción artística de Lygia Clark durante la primera década de su carrera y su experimentación con las técnicas mencionadas, creando un lenguaje visual en el que se adivina su futura evolución hacia esa dimensión revolucionaria que convertiría el objeto artístico en herramienta de comunicación interpersonal y autoconocimiento.

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El Museo Guggenheim Bilbao abrirá de nuevo sus puertas el 1 de junio con las siguientes medidas de protección: limitación del aforo; control de la entrada a las salas y el respeto de la distancia de dos metros entre los visitantes; toma de la temperatura antes de entrar; higienización y desinfección; cancelación del servicio de guardarropa y audioguías que serán sustituidas por una aplicación gratuita que el visitante podrá descargar en su móvil.

Fechas exposiciones pendientes de revisión: William Kentridge: 7 fragmentos; Lygia Clark. La pintura como campo experimental, 1948-1958; Olafur Eliasson: en la vida real; y la dedicada al norteamericano Richard Artschwager.