Obviamente es una utopía y como tal concibió Charlotte Perkins El país de las mujeres. No sólo por la ausencia masculina, sino por la ilusión de un mundo ideal, sin carencias de ningún tipo, sin injusticias, sin tiranos ni degradación. Un territorio de igualdad y desarrollo cuyo eje es la maternidad.
Aunque parece una idea revolucionaria, no fue Perkins la primera en imaginar una ciudad (o país) alegórica exclusivamente femenina. Ya antes, allá por el 1405, Christine de Pisán —primera escritora profesional de Occidente— construyó tal metáfora en La cité des dames. Un lugar, decía, donde “unas grandes damas vivían a salvo de las calumnias de los hombres”.
A diferencia de la autora medieval que imagina una fortaleza blindada, una especie de refugio contra los ataques masculinos, la norteamericana edifica su civilización como un espacio libre, poblado por amazonas tranquilas que no ejercen el poder de forma autoritaria. Tampoco está vetada la entrada a los hombres. De hecho, el narrador Vandyck Jennings llega allí junto a sus dos compañeros de aventuras: Terry O. Nicholson y Jeff Margrave.
Claro que los propósitos iniciales de los tres exploradores relacionados con ese paraíso femenino se estrellan de plano con la realidad que se encuentran: ni mujeres guerreras asilvestradas, ni deliciosas damas ansiosas de sexo. En El país de las mujeres, sus habitantes respetan al máximo el medio ambiente, a los animales, a sí mismas. El orden, la higiene, la ecología, la educación y el cultivo de las artes y las ciencias han erradicado cualquier forma de violencia. Tampoco existe el deseo sexual pues ellas provienen de una estirpe capaz de procrear sin fecundación —mediante partenogénesis— y en la que sólo nacen niñas.
Con la maternidad como única religión, las mujeres viven independientes, libres de todo yugo, en paz y absoluta armonía. Los tres aventureros estudian su forma de vida, los avances sociales y económicos y se sorprenden con los mismos. A su vez, ellas analizan y rechazan de plano costumbres como el matrimonio, la pobreza o la insalubridad. De esta forma, Charlotte Perkins reivindica la necesidad de la educación, de la igualdad social entre hombres y mujeres, el rechazo a la tiranía, a la dependencia económica… Todos los males, en fin, que durante siglos soportó el género femenino.
Charlotte Perkins Gilman (1860-1935) fue una de las activistas más notables de principios del siglo XX en la defensa de los derechos de la mujer. De su extensa carrera literaria destaca la novela autobiográfica El empapelado amarillo. En El país de las mujeres, la maternidad no se concibe como un asunto privado perteneciente de manera exclusiva a mujeres y madres sino como una cuestión de interés público que, por medio de la educación, la igualdad y el desarrollo de las ciencias, abre el cauce para la existencia de un mundo mejor.
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Charlotte Perkins. El país de las mujeres. ISBN 978-84-17134-74-7. Editorial: Guillermo Escolar