Cuando Carmen Laforet ganó el recién creado Premio Nadal por su novela Nada, corrían en España tiempos bastante oscuros para la creación, en general, para la femenina en particular. Era 1944. En plena posguerra, el plan de la propaganda oficial consistía en devolver a la mujer el papel dedicado a sus labores. Y ya. Sin embargo, esa “muchachita de veintitrés años de la que nadie había oído hablar […] se descolgaba con una historia cuyos conflictos contrastaban de forma estridente con los esquemas de la novela rosa habitualmente leída y cultivada por mujeres”. Eso escribía Carmen Martín Gaite cuarenta años después.
Y, en efecto, con Laforet se abría la puerta a “una serie de mujeres novelistas en cuya obra, desarrollada a lo largo de cuarenta años, pueden descubrirse hoy algunas características comunes”, continúa la escritora salmantina. Pero no sólo de Nada se alimentó la obra de la autora nacida en Barcelona, el 6 de septiembre de 1921. Ella, que se apartó de manera voluntaria de los circuitos literarios de la época, jamás dejó de escribir. Aparte de otras tres novelas excelentes — La isla y los demonios, La mujer nueva y La insolación—, escribió siete novelas cortas, veintidós cuentos, narraciones de viaje e innumerables artículos para periódicos y revistas.
Entre todos esos textos, hoy tenemos que hablar de Mis páginas mejores y de la introducción en la que ella misma —pese a su renuencia a comentar los pormenores de su vida privada— explica cómo fueron sus primeros años: el tiempo en Barcelona, el traslado con su familia a Canarias, el nacimiento de sus hermanos Eduardo y Juan, la muerte de su madre, el regreso a Barcelona y su marcha a Madrid. ¿Y por qué precisamente éste y no otro? Pues porque es a través de esta ventana por la que su hijo, Agustín Cerezales Laforet, se asoma para elaborar el libro que entrelaza la vida y la obra de la escritora.
El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma, recién editado por Destino, es también la ventana por la que los lectores nos asomaremos a su universo literario, a sus pensamientos y reflexiones, a momentos clave de su vida personal, a sus silencios. Todo ello a través de fragmentos de su prosa —siempre directa, precisa, habitada por personajes femeninos potentes al margen de estereotipos franquistas—, fotografías, manuscritos, recortes de prensa y correspondencia. Se trata de un magnífico homenaje, en el centenario de su nacimiento, a la escritora cuyos textos siguen vigentes. Pero también nos muestra la evolución de la sociedad española, los conflictos y dificultades a los que tuvo enfrentarse como mujer creadora, a la necesidad de libertad, a la avidez por la vida y la plenitud.
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Edición y textos de Agustín Cerezales Laforet.