Eduardo Barba Gómez es botánico, paisajista y profesor de jardinería. Desde su más tierna infancia sintió la llamada de las plantas. Cuenta que desde niño clasificaba los balcones y terrazas que veía desde la calle: los que tenían plantas y los que no. No extraña a nadie que dedicara su vida a la botánica, la jardinería y el arte. De este aromático cruce de aficiones surge El jardín del Prado. Un libro que recorre la botánica el museo a través de sus cuadros.
Barba Gómez lleva años analizando las plantas en la historia del arte y “entre todos los lugares en los que he realizado mi labor de investigación, el Museo del Prado ocupa el papel de maestro y padre”, afirma. En efecto, el museo del Prado alberga un inmenso jardín interior colgando de sus muros, un mundo botánico que se derramaba y florecía en las pinceladas de los cuadros, en los golpes de cincel de las esculturas. Flores y plantas brotan a cada paso. No hay sala, época o estilo pictórico que no se sumerja en la botánica. Especialmente los grandes maestros —El Bosco, Tiziano, Fortuny, Botticelli, Velázquez o Goya— plasman en sus obras claveles, caléndulas, malvas, milenramas, azucenas… Musas tan cautas que la mayoría apenas reparamos en ellas.
El autor ha catalogado las piezas (1.050 obras, entre cuadros, escultura y artes decorativas) expuestas del Museo del Prado que muestran algún detalle botánico, identificando sus especies. Elige aquellas que permitieran llevarse a casa una parte viva del cuadro, que puedan crecer en una simple maceta. Es maravilloso, por ejemplo, el jardín de la casa de Mariano Fortuny con sus malvas reales, petunias y adelfas, sus coníferas y calabazas, trepando por donde pueden; las treinta y cinco especies de plantas que crecen en el jardín de La Anunciación de Fra Angelico; Las violetas que pintó Tiziano en La bacanal de los andrios. O los tulipanes que florecen en El rapto de Proserpina (Rubens).
La propuesta del autor de mirar (oler) la pintura del Prado deteniéndose en las plantas y flores que crecen en los lienzos es, sin duda, un acercamiento evocador y también una manera de descubrir aspectos muy ligados a la historia del arte a través elementos que nos pasan tantas veces desapercibidos.
El libro se presenta esta tarde en el salón de actos del Jardín Botánico (Madrid). Eduardo Barba Gómez y Antonio Muñoz Molina repasan, dentro del ciclo El jardín escrito, la flora del Museo de Prado y también la de los museos y jardines de otros países: Bélgica, Francia, Italia, Países Bajos, Estados Unidos o Australia. Barba ha colaborado también con el Museo Lázaro Galdiano en un extenso estudio vegetal sobre las tablas flamencas de la colección, y con el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
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