Días de luz y esplendor. Jay McInerney.
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Días de luz y esplendor, el regreso de Jay McInerney

Con 'Días de luz y esplendor', Jay McInerney concluye su trilogía sobre los Calloway y traza un brillante retrato de la ciudad de Nueva York de principios del XXI.

Primero fue Al caer la luz. Después, La buena vida. Ahora, con los Días de luz y esplendor, Nueva York adquiere el brillo de la prosa de Jay McInerney. Una prosa cercana a la exquisita ironía de Fitzgerald o la precisión de Carver, con quien estudió en la Universidad de Siracusa. Pero el norteamericano nacido en Connecticut en 1955 aporta su propio estilo, su propia chispa satírica, su propia visión y experiencia urbana en el corazón de Manhattan. También su evolución como escritor se palpa en las páginas de esta trilogía que dibuja una magnífica panorámica de la Nueva York del siglo XXI.

La crónica sobre el matrimonio Calloway finaliza con Días de Luz y esplendor que Libros del Asteroide pone a la venta el próximo 3 de mayo. Russell y Corrine siguen casados. Ni las crisis ajenas ni las propias han logrado minar su matrimonio. Bueno, minar sí, aunque no lo bastante para destruirlo. Su vida en común continúa pese al desplome económico familiar a consecuencia de la quiebra de Lehman Brothers. Quisieran llevar una vida sosegada, lejos del bullicio de Nueva York, pero “su situación económica no se lo permite. En un arriesgado intento por reflotar su editorial, Russell contratará un libro que será su salvación o su ruina, mientras que la reaparición de un amigo de Corrine cuestionará la solidez de la relación”, apunta la editorial.

Traducida al español por Patricia Antón, Días de luz y esplendor ahonda de nuevo en los retos del amor, la importancia del trabajo, el dinero y el éxito y los restos del sueño americano.

La novela aborda las secuelas de la penúltima crisis financiera nuestra era, con la elección de Obama como contexto político. Apenas resisten algunas sobras de aquel Manhattan de los excesos de finales de los 80. Tampoco quedan rastros de ese par de treintañeros cuyos sueños desleídos en las fiestas de la alta sociedad neoyorquina se han convertido en una pareja de 50 con dos niños de 12 y apenas recursos económicos para planear sus vacaciones (que ya no transcurren en los Hamptons).

Al igual que los protagonistas, la prosa de esta tercera parte es mucho más sobria, más tranquila, más elegante. Como indicaba la crítica literaria Adelle Waldman en The New Yorker allá por 2016 (fecha en la que se publicó la novela original Bright, Precious Days), el tono es suave, casi elegíaco, pero rara vez deslumbrante. No obstante, Jay McInerney continúa ofreciendo un certero retrato de la ciudad actual, de la clase alta y de la que ha descendido a la media, a su pesar.