Banine. Los días del Cáucaso
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Banine. Los días del Cáucaso

Banine recuerda en esta elegante e irónica memoria, uno de los más originales libros autobiográficos del siglo XX, su turbulenta juventud en Azerbaiyán.

Banine nació en Bakú. En aquel año 1905, la capital de Azerbaiyán era un hervidero cultural del mundo musulmán. El país que luego (en 1920) se convirtió en una gris república soviética era entonces una democracia secular y tolerante, con un importante acervo histórico y tremenda riqueza petrolífera. De hecho, durante la II Guerra Mundial, Azerbaiyán desempeñó un papel crucial en la estrategia energética de la URSS pues la mayor parte del petróleo empleado por la unión soviética procedía de Bakú.

Volvamos a Banine. Umm El-Bansu Äsâdullayeva era nieta de dos magnates del petróleo: Mirza Agha Musa Naghiyer por parte de madre; Shamsi Äsâdullayer por parte de padre. Ambas familias vivían enfrentadas por cuestiones económicas y de competencia, de tradiciones y contradicciones entre oriente y occidente. En ese ambiente absolutamente heterogéneo, la niña Banine (huérfana de madre) creció sin apenas prejuicios. A cargo de una institutriz alemana (Fräulein Anna) de piel pálida y cabello de lino, una abuela paterna aferrada a su cultura, fanática hasta el exceso y unas tías cosmopolitas el resultado fue un espíritu libre, aderezado de ironía y sentido del humor.

Claro que después, la revolución bolchevique desbarató por completo los planes de la familia y se cargó la fortuna y la cortísima carrera política de su padre quien fue detenido al caer en manos soviéticas la República de Azerbaiyán. Salió del país y de la cárcel gracias a un repugnante matrimonio de conveniencia. Banine tenía 15 años. Tres años después también logró escapar de Bakú y su viejo esposo. Cuando llegó a París allá por 1923, liberada de cadenas, se enganchó a la pluma. Primero narró su juventud en el Cáucaso, después su vida parisina, donde tuvo que sobrevivir como modelo alta costura, como secretaria, profesora de música y finalmente como traductora.

Sus amigos en el exilio formaban parte de los círculos literarios de la época: Teffi, Yourcenar, Paul Eluard, Ernst Junger, Jean Paulhan… Fue este último quien le sugirió el pseudónimo y Junger la animó a publicar sus memorias: Días del Cáucaso y Días de París.

Hoy, más de setenta años después de ser escritas, Siruela recupera el primer volumen. Traducido del francés por Regina López Muñoz, Días del Cáucaso nos traslada a una época inexistente donde todo era posible para una jovencísima, culta y rica heredera de un magnate del petróleo. En ese mundo desconocido, la autora narra con exquisito sentido del humor incluso los acontecimientos más trágicos. Recuerda el lujo, las aguas del Caspio, la melena rubia de su institutriz, a su abuela musulmana y a sus tías jugándose a las cartas toda su fortuna sin cortarse un pelo.

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