Alice Munro lleva casi una década sin escribir. Su último libro de relatos publicado en 2012 sonó a despedida y todo apunta que lo fue. Aunque tras Mi vida querida se publicó un volumen con los mejores cuentos de la autora canadiense, que ella misma eligió, la Premio Nobel de Literatura 2013 —que cumplirá noventa años dentro de un mes— no ha vuelto a coger una pluma. Al menos, que sepamos. No obstante, su producción literaria es lo bastante prolija como para recuperar textos inéditos en nuestro país. Eso ha hecho Lumen. Editar en español la antología de cuentos que consagró a Munro como la gran narradora que es.
Algo que quería contarte fue publicado por McGraw-Hill en 1974 y significó el despegue literario definitivo de la escritora. Era su tercer libro de relatos y ya venía anunciando lo que sería su modo de contar lo cotidiano, de convertir lo anodino en inspiración, de desmenuzar la palabra. Y digo despegar porque a partir de ese momento se sucedieron las colaboraciones en revistas como The New Yorker, Atlantic Monthly o The Paris Review que difundieron sus textos y su característico estilo.
Esa bellísima manera de narrar la vida, sin estridencias ni artificios, se consolidó en El progreso del amor (1986), donde explora con inmensa sensibilidad las diferentes facetas del amor a través de historias familiares e íntimas y personajes absolutamente comunes.
Su escritura (casi siempre) en primera persona hace pensar que se trata de relatos autobiográficos. No es así, aunque en cierto modo la experiencia del escritor viene a reflejarse en sus letras. Ella misma lo admite: “Las historias no son autobiográficas, pero son personales en cierto sentido. Parece que sé sólo las cosas que he aprendido. Probablemente algunas cosas a través de la observación, pero lo que sentí es, ciertamente, personal”. Como son personales los escenarios de su Canadá natal donde transcurren la mayor parte de las narraciones. En esos paisajes invernales, en la intimidad de esas pequeñas ciudades donde nada sucede, es donde sucede el extraordinario retrato de la vida insignificante y los días infinitos.
Decía Soledad Puértolas hace años en El País que a Alice Munro hay que leerla muy despacio porque nada de lo escribe es insignificante. Cualquier detalle, por nimio que parezca, existe por una razón concreta y si no se atiende a la lectura nos vemos obligados a retroceder una y otra vez.
Los trece cuentos reunidos en Algo que quería contarte —traducidos por primera vez al español por Eugenia Vázquez Nacarino— forman parte de los inicios de Alice Munro en el relato breve. Tenía la autora 43 años y ya había abandonado la costumbre de escribir en el cuarto de la plancha. Había regresado como profesora a la misma universidad (la Western Ontario) donde estudió periodismo veinte años atrás y no estaba segura de que el libro fuera a funcionar, como sucedió en 1968 con su primer libro, Dance of the Happy Shades.
Por fortuna, no se arrugó y siguió adelante con su proyecto. En ellos se perciben los elementos recurrentes del lenguaje de la maestra del cuento: la monotonía, la vida provinciana, el núcleo familiar, las emociones veladas, la importancia de las apariencias, el azar, las vivencias femeninas… Y también la mayor parte de sus recursos literarios: prosa escueta y directa, saltos y analepsis temporales, argumentos complejos, personajes intensos con gran fondo psicológico.