La mañana despierta primaveral. Sencilla y fresca. Clara. Como muchas otras mañanas de marzo. El mes que anuncia el fin de la oscuridad invernal suele sorprendernos con esas luces ambiguas y esas ganas casi olvidadas de pisar la calle. Pero esta mañana de marzo amanece además con el 8 delante y una muesca en el calendario. Día Internacional de la Mujer, lo llaman. Las pancartas lo proclaman. Las "celebraciones" también.
Hace casi una década, un caballero muy amable y condescendiente quiso explicarle a Rebecca Solnit el interesantísimo contenido de una obra publicada meses atrás. Se trataba de la biografía de Eadward Muybridge. Solnit y su amiga intentaron interrumpir su discurso un par de veces. No pretendían ser descorteses, sino evitar el bochornoso colofón que finalmente aconteció. Pero el buen tipo, consciente de su obligación de desasnar a aquellas dos pobres ignorantes, continuó su lección acerca del precursor del cinematógrafo. Por supuesto, no había leído el libro. De haberlo hecho, hubiera sabido que se encontraba ante la autora del mismo. En cuanto se libraron de él, ambas estallaron en carcajadas. No podían parar de reír recordando la cara de pazguato que se le quedó al descubrir su colosal metedura de pata.
La hilarante situación marcó el nacimiento del concepto Mansplaining. Lo que esa fuente del saber que es la Wikipedia define : "explicar algo a alguien, generalmente un varón a una mujer, de una manera tan considerada como condescendiente o paternalista”. Lo que viene siendo por tradición, “cállate boba. No tienes ni idea de lo que hablas. Yo te voy a sacar de tu error”. Ello sin valorar la posibilidad de que quien recibe la explicación sin solicitarla, puede tener más conocimientos que el que la escupe. Pero también dio lugar al primer boceto de Los hombres me explican cosas. Una obra recién traducida al español por Paula Martín que, además de narrar con tremendo sentido del humor la anécdota del pedante de Aspen, aborda la invisibilidad femenina y el entramado patriarcal que conduce a situaciones mucho más graves y violentas. Las conocemos. Salen a diario en las noticias.
Como hoy, en este Día Internacional de la Mujer, primaveral, manso y “muescado”, millones de mujeres saldrán a la calle. Lo harán armadas con molestas pancartas reivindicando el fin del invierno y el de la invisibilidad.
“Entendemos por feminismo, de acuerdo con una tradición de tres siglos, un tipo de pensamiento antropológico, moral o político que tiene como referente la idea racionalista e ilustrada de la igualdad de los sexos”. Cèlia Amorós.
Solnit es una de las voces más afiladas, rotundas y mordaces del feminismo contemporáneo. Como lo son Ana de Miguel y Luisa Posada Kubissa. Ambas escritoras, ensayistas y profesoras universitarias. Ambas con raíces profundamente filosóficas y preocupaciones éticas centradas en el movimiento feminista y las propuestas basadas en la igualdad de género. Y, aunque sus criterios a la hora de abordar el feminismo discurren por diferentes cauces, ambas parten de la definición de Cèlia Amorós: “Entendemos por feminismo, de acuerdo con una tradición de tres siglos, un tipo de pensamiento antropológico, moral o político que tiene como referente la idea racionalista e ilustrada de la igualdad de los sexos”.
Ambas reflexionan y analizan hacia dónde queremos (debemos) ir. Porque parece que el avance se ha estancado en discusiones agotadoras frente individuos empeñados en denigrar el concepto de feminismo. Personas dedicadas en cuerpo y alma a convertirlo en una especie de secta satánica destinada a la destrucción del género masculino. Falso.
Las dos, Ana de Miguel y Luisa Posada Kubissa, se encaran con la prostitución, la trata, la esclavitud y la violencia. Afrontan el cuerpo de la mujer como objeto de agresión y tráfico, abuso y explotación. Mientras de Miguel cuestiona la sociedad patriarcal como fruto y producto del capitalismo indiscriminado y critica la convicción de que todo está en venta (el sexo femenino también) siempre que medie el consentimiento de los implicados; Posada desmonta los discursos dirigidos a perpetuar la desigualdad y la sumisión de las mujeres.
En este Día Internacional de la Mujer, visible y primaveral, fresco y mellado por el uso y las celebraciones consumistas, millones de mujeres van a pisar las calles de (casi) todo el mundo para explicar por qué —desafortunadamente— el feminismo sigue siendo necesario. Como estos tres libros. Y ese casi entre paréntesis.