Antes de entrar en contacto directo con el periodismo yo ya creía en los medios y esperaba de ellos que me acercaran a la verdad. No me era ajena la línea editorial de unos y otros y por supuesto he leído casi siempre el mismo periódico todos los domingos, el que está más cerca de lo que yo creo la realidad. Aunque siempre he disfrutado más de un Wired o de un Esquire (y, claro, con sus fotos) que de la propia y cansina actualidad de las noticias que sólo reafirma mi reserva de fe para con las posibilidades del individuo y no para con el género.
Me gusta -¡cómo no!- la idea de periodismo libre e independiente. Incluso creo que es posible. Me gusta el ideario completo sobre la “naturaleza” de la comunicación y no puedo más que suscribirlo, como lector y como parte de este pequeño mundo que hasta hace casi catorce años me era ajeno y aún se resiste muy mucho a mi comprensión, supongo que porque llegué por una incorporación paralela. Y cabe que por eso también sigo entiendo la comunicación como una necesidad. Y una utopía, ya ves. Y como aún creo que todo es posible y que es posible alcanzar la perfección y la felicidad, el equilibrio y la armonía, la belleza y la sabiduría, (que si no fuera así hace tiempo hubiera cogido el petate y me hubiera largado a vivir junto a una playa de olas perfectas) creo que también es posible esta utopía del periodismo libre e independiente, o al menos que debemos tender hacia ella, intentarlo, hacer ese esfuerzo permanente.
Aún creo que todo es posible, alcanzar la perfección y la felicidad, el equilibrio y la armonía, la belleza y la sabiduría..
Me ocurre sin embargo que cuando veo en las noticias de varios telediarios de cadenas diferentes el mismo día y al tiempo que lo reseñable de la información es que aquella niña a la que conocíamos como Hanna Montana ha recuperado el apellido de su padre y la libertad para encenderse un sospechoso cigarro de “algo” en un escenario ante miles de personas en piel, bañador y pelo, me pregunto si es para esto para lo que uno desea la libertad y la independencia del periodismo. Y la respuesta va a ser que sí, que también para esto, para mostrarle al gran público lo que quiere ver o lo que creemos que quiere ver. Al fin y al cabo también es información. Y la verdad es que una empresa es una empresa, y las empresas empresas son, y son para lo que son.
La verdad es que la verdad, la de verdad, es un viaje solitario y de mucha escasez.
La verdad es que la mayor parte de la información disponible hoy es más un Sálvame o una “celébriti” o una Miley Cirus enseñando nalgas, o cualquier provocación -a mi parecer intrascendente, incluso absurda y a menudo burda- porque es lo que quiere el gran público, panes y culos, ese gran público al que uno se debe si quiere ser grande para poder convertirse en líder de audiencia, que es la manera simple de conseguir ingresos para poder pagar a la plantilla y hacer ganar dinero a los inversores que hacen posible la libertad de pensar, informar, escribir y contar, siempre y cuando la verdad no vaya contra nuestros propios intereses... y ya la hemos liado. Uno es libre hasta donde lo es. No hay problema, no pasa nada, no es grave, lo sabemos y punto, se asume y se hace, que eso nos permite esas otras cosas que nos gustan. Aunque para poder decir que somos líderes en éste o aquel sector, en ésta o aquella audiencia, se necesita tener más volumen que nadie, simple, ser más leído, no sólo por una cuestión de influencia o de ego, en mucho por los números, los de comer, porque ¿por qué querríamos ser nosotros líderes o para qué querríamos si no serlo?. Y para ser grandes hay que tocar todos los palos y mucho el de lo que quiere el gran público, y trabajar para el gran público, ése que sólo sabe de lo que le interesa, para el que le importa un pito si es cierto o no lo que se le dice con tal de que le reafirme en sus creencias o discurso y para el que simplemente desea entretenimiento, incluso para aquellos que sueñan hoy con una vida mejor mañana mismo a ser posible.
Y a mi todo esto me parece bien, no hay nada que decir en contra de que se hagan números de que se persiga el volumen, todo lo contrario, es más no me parece ni medio mal, así son los negocios, para eso son los negocios y así deben ser. Aunque yo no sea consumidor de ese formato revivido que es el polígrafo en un programa que se denomina “de luxe” pero no como el grupo punk de finales de los 70 aunque casi, entiendo que exista de todo y que no a todos nos interese la misma vida, o las mismas lecturas, ni la misma información, y me parece perfecto que cada uno viva haciendo lo que más le interese hacer y atendiendo a lo que más le interese atender. Lo que no alcanzo a entender es por qué se viste de seda a la mona. Es más, lo veo innecesario. Si lo que uno vende son churros, pues churros son, hijo, y qué mejor modo de llegar a nuestro mercado que llamarlo “churro” en vez de “roscas fritas de harina de trigo”, despistando, que mira que nos gustan los churros. Y el chocolate. A Miley también.
Yo también le dedico un rato a pensar en utopías, aunque el resto del tiempo lo dedico a trabajar.
Cada mes, cuando tengo garantizados techo y comida, yo también le dedico un rato a pensar en la utopía, aunque dedico el resto del tiempo a trabajar, para vivir, y muy inténsamente en conseguir hacer un producto redondo y de calidad, veraz en lo posible, a sabiendas de que con ello nuestro público se reduce mucho, esforzándonos hacia lo cualitativo antes que lo cuantitativo, porque la verdad es que mantengo lo que un día fue esperanza y hoy es certeza: que hay proyectos como éste que sólo alcanzan su volumen en la calidad y en la constancia, claro. Para llegar al gran público ya sabemos que tendríamos que hacer ese “celebrities” criticón y malahe con el que además podríamos reirnos un rato de nosotros mismos, pero eso sería harina de churro y de otro cantar. Aunque puede que esté en parte o en todo equivocado, que qué sabré yo.