Los que estuvisteis, los que fuisteis, sois. Aún y siempre, entiendo. Desde la imágenes recurrentes que os hacen presentes de cuando en cuando, a los anclajes que me mantienen unido a según qué restos de intensas emociones.
Los domingos del otoño son grandes los banquetes de memoria; van pasando a consulta pérdidas y ausencias, una a una, todas; y las penas y las culpas, tantas que se hacen tuyas sinrazones en el olvido del tiempo, de las causas; que hasta el pecado primigenio parece propio junto a este viejo sentimiento de haber perdido tanto en los vacíos que dejáis. Vacíos que se han ido llenando de vosotros, de lo que va quedando de vosotros.
Las tardes de otoño y de domingo se llenan a menudo de las vidas que he vivido con vosotros; de todo lo que nos reímos juntos tú y yo, del vacío que dejaste tú cuando cruzaste al Hades, de lo mucho que te amé a tí, de lo que tardas en escribir tú desde NY, de la lástima que arrastro en tu recuerdo desde que cruzamos las últimas palabras, del daño que te hice cuando no te conocía y la amistad que nos unió después, de lo que fuimos juntos tú y yo en lo indebido, de cómo te echo en falta cuando me cuentan de tu vida, de la emoción con que construimos castillos entre sueños, de los errores que cometimos juntos...
Y después de algunas lástimas y muchas revisiones, a alguno (y no a todos, claro) os echo inevitablemente en falta y a pesar del dolor de las distancias, de las rupturas, de lo que fuera que nos alejara, os recuerdo con cariño (y no a todos, claro). Ayuda saber que nunca hubo para aquello propósito alguno de hacernos daño, ni mío, ni tuyo, y por tanto no queda más razón para la distancia que el tiempo, lo que ya no somos, y que seguramente no haya ya nada que nos una más que los recuerdos, aquellos tiempos en que nos tuvimos confianza, y es suficiente, para mí, como para que al encontrarnos de nuevo, que es algo que la vida dispone a menudo, encontréis mi mano abierta.
Las noches de otoño y de domingo, en el recuento de las bajas, aunque a los importantes puedo contaros con una mano, cada amistad perdida en la vida es un lamento. Aunque en el balance final tengo que contar con las dos manos los amigos que ahí están, quisiera poder necesitar también de un pie y que estuviérais también vosotros: Ricardo (cuánto perdió la vida y cuánto todos), Óscar, Ana, Juan Diego, Lucky, Sandra.
#lifelooksgood, y cabe que un día...
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