Según la wikipedia, esa fuente de saber que crece y se construye día tras día del conocimiento, trabajo y generosidad de millones de mentes, existen entre 25.000 y 30.000 especies de orquídeas de unos 800 géneros. Y unas 60.000 más fruto del trabajo de hibridación de los horticultores.
La orquídea es una planta realmente hermosa sea cual sea su género o especie. A todos nos gusta. A mi me apasiona la infinita variedad de su belleza. He tenido ya varias, casi todas blancas. Te las venden o regalan en un tiestillo de plástico transparente que de primeras uno no alcanza a comprender. Como cuando pides la receta de las magdalenas y nadie te cuenta el auténtico secreto, nadie te dice que la raíz de esta orquídea necesita sol. Por esto el tiesto translúcido. La última la compré en septiembre, rosácea. Compré al tiempo un gran tiesto de cristal. Recuperé la tierra de una planta que se me había secado en el largo verano y replanté la orquídea en ese tiesto. Desde septiembre luce hermosa, llena de vida, en el mueble que está junto al ventanal del salón donde tiene abundante luz.
Se le coge cariño a todo lo que se le pone nombre propio, por eso esta no lo tiene. Pero creo que tampoco tiene consciencia de si misma. O no lo aparenta. Está ahí, callada, disfrutando del tiempo, de la luz, de su agua, del paisaje, los atardeceres, de la compañía, la música, el calorcito del hogar. Y nada la preocupa, se dedica a su sol y a sus nutrientes, a los minerales de la tierra. Si hay, crece, vive. Si no, no. Y por supuesto no vive preocupada por otras orquídeas, por el reparto de nutrientes, por hacerse sitio, lucir más hermosa, más llamativa, más grande. No la preocupa ni el futuro del planeta, ni el fin de los recursos naturales, los ciclos, las energías renovables, el ser, la consciencia de uno, la consciencia del otro, el bien común, el futuro, la vida... es una planta. Si se puede, si se dan las condiciones, pues vive.
En este instante, en este salón, sólo hay dos seres vivos, ella y yo. Yo me preocupo por ella, la riego todas las semanas, la cuido, mimo y contemplo. No se me ocurre esperar a cambio un gracias, ni un abrazo, ni un reconocimiento al cariño, a la observación, a la admiración que siento por su belleza. No espero nada excepcional de ella. En mi vida, su belleza justifica su existencia.
De las 90.000 especies de orquídeas que existen ninguna de ellas ha aportado ni una sola gota de conocimiento a la wikipedia. Eso si, una búsqueda en google de 'orquídea' revela 4.460.000 resultados, de 'orchid' 104.000.000, y la página de la orchidaceae de wikipedia existe en 76 idiomas diferentes y vete tú a saber gracias a cuánta gente, cuánto trabajo, cuántas horas de observar, estudiar, escribir. Cuando leemos un artículo como ese sobre las orquídeas y nos maravillamos, nos sorprendemos, aprendemos, admiramos la capacidad de la naturaleza de crear tal belleza y variedad, se nos suele pasar por alto la importancia que tiene ese conocimiento compartido, la generosidad y el talento de los que aportan conocimiento, esfuerzo, el trabajo.
Yo creo en el ser humano, en su capacidad de hacer tanto bien, tanto bueno, en su capacidad de hacer. Por eso en mi vida cabe la decepción. Sólo nos decepciona aquello en lo que creemos, en lo que ponemos esperanza. Es directamente proporcional. La única razón de la decepción es esa esperanza. La que uno pone. El resto es libre albedrío.
Mi orquídea es realmente hermosa. Está donde debe estar. Espero de ella sólo lo que cabe esperar.
Life looks good.