Mode et manière

Manolos made in Bradshaw

Me he dejado embaucar por una de las peores tentaciones existentes para las mujeres: el invento de ‘Sexo en Nueva York’.

Este fin de semana he pecado. Es algo que no me suele preocupar cuando el entorno del ‘delito’ linda entre la comida basura y las siestas de horas de más pero este sábado ha sido diferente. Y es que me he dejado embaucar, tras muchos años de autocontrol, por una de las peores tentaciones existentes para las mujeres: el invento de ‘Sexo en Nueva York’.

Feministas, irreales, banales, hipócritas, tontas… Cuatro mujeres con poder en sus vidas, cada una en su ámbito, que, en la mayoría de los casos, han acabado siendo achicharradas por el público masculino y que han generado suspiros entre el femenino. Lo cierto es que, en contra o a favor, la serie y más adelante las dos películas, han dado lugar a numerosos estudios sobre sus resultados en la posición de la mujer en la sociedad y hasta qué punto pudiera convertirse en un referente femenino… bobadas.  Porque si hay algo que realmente haya creado la señorita Bushnell con ‘Sex and the city’ y su invención de Carrie fue una nueva era en el mundo de la moda.

Lo cierto es que las tres (Bushnell, Jessica y Carrie) consiguieron encender una bombilla en los armarios y la mente de mujeres de medio mundo, aunque no todas lo quieran reconocer. Poder formar parte de aquello que se anhela y que, al  no poder estar en manos del ‘pueblo’, acaba siendo algo injurioso y despectivo. Vamos, lo que por costumbre hacemos con todo aquello que no conocemos…

Manolo Blahnik pasó a ser algo así como un dios semisagrado en medio de una jungla de Chaneles, Vuittones y Birkins por los que matar con el propósito de entrar en la lista de espera para su adquisición, entre las que podían, claro. Las que veíamos todo el espectáculo desde el otro lado del plasma soñábamos con que algún día compararíamos el precio de nuestro alquiler con los dólares invertidos en las innumerables cajas de zapatos que se encuentran en el vestidor y, por qué no, con comprar tomates a base de tarjeta de crédito. ¿De regalo de compromiso? Un hanginsi. Todo ello en secreto, que no nos pillen pecando… ‘¿Yo ver Sexo en Nueva York? ¿Estamos locos?’.

Todo muy superficial, como debe ser. Porque ya puestos a convertir una serie de televisión en todo un fenómeno psicológico, lo que sí deberíamos de dejar claro es que, abogadas, RR.PP, periodistas o amas de casa, las mujeres siempre contamos con ese punto que, queramos o no, sí nos acaba diferenciando de los hombres. Un vicio que se va más allá de simples actitudes y en el que el dinero no es más que la varita mágica, dispuesta a agitarse por sí misma y atraer la felicidad, tanto a hombres como a mujeres.

Una ciudad donde lo banal convive entre la rutina y donde las verdades se dicen a voz alzada. Porque el preocuparse por las apariencias, el querer sentirse guapas y zambullirse en la moda no es más que uno de los tantos rasgos maravillosos que acaban inundándonos en un mundo donde el dios Blahnik proviene, ni más ni menos, que de la señorita Bradshaw.

 

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