¿Pensabas que la sobredosis de estatuillas, dress code y Leo Di Caprio había acabado? Espero que tu respuesta haya sido ‘no’, porque hay algo que todavía falta por nombrar. El evento en sí, que se ha convertido en una plataforma de reivindicación del cine y de todos los negocios que pueden sacar tajada de él, incluído la moda, por supuesto, es uno de los más aclamados en el mundo entero y uno de los grandes hervideros de celebrities. Pero quizás hay algo mucho más importante de lo que, a día de hoy, no te hayas dado cuenta. Hablamos del suelo que pisan… No, no el de Hollywood, sino de la alfombra roja.
¿En qué momento ese pedazo alargado de tela, que mucho fan intenta robar a golpe de tijera como si de un souvenir hablásemos, se convirtió en sinónimo de plataforma exclusiva solo apta para los pies más ricos e influyentes del planeta? Según he podido leer en internet la clave se sitúa en 20th Century Limited, la compañía ferroviaria que en 1902 hizo de la alfombra roja la vía de acceso y de salida del tren al vestíbulo. Es así como dicho elemento se convirtió en sinónimo de exclusividad. Esto, junto al creciente interés por la vida de las celebrities, algo que comenzó en los 70 gracias a las revistas especializadas, hizo que se convirtiera en un icono de cualquier acto de nivel y sofisticación, como es el caso de los Oscars.
Un espacio marcado por cordones invisibles en el que hay espacio para posar sin ser embestidos y que, por lo tanto, permite ser vistos con mayor facilidad. ¿Protagonismo a la vista? Es entonces cuando llega el turno de desplegar lo mejor de los armarios y lucir piezas emblemáticas que convierten a los actores y actrices en parte del show textil. Esta situación hizo que tuviese lugar la revolución de ‘cubrir la alfombra’ como acto periodístico y de interés mundial. ¿La primera en sumarse al reto? Joan y Melissa Rivers, dos mujeres que permitieron que la conversación entre periodista y estrella fuese posible.
Y es así como la alfombra roja se convirtió en testigo de la unión entre la moda y Hollywood y el acercamiento de ambos a los espectadores. Unos cuantos metros de longitud que, junto a las pasarelas, hacen realidad una industria en el que, como siempre, los mejores vestidos son los que mandan.