Hace unos días leía en un blog internacional una verdad como un templo: si alguien pensaba que las disputas y denuncias por robo de patentes en bolsos, rayas o suelas era algo rocambolesco, el caso de la Candy Bouquet es de campeonato. Se trata de una pequeña flor, parecida a la Petunia, con hojas magenta y amarillas que creó una empresa alemana para vendérsela al primer minorista de bricolaje del mundo.
La parte surrealista de esta historia llega cuando un competidor decide nombrarse descubridor de dicha flor y desprestigiar a la empresa alemana con el fin de alejarla del mercado. ¿Por qué este interés? Las cifras lo dicen todo: en el 2014 las ventas de la ‘pequeña Petunia’ generaron en Estados Unidos 236 millones de dólares. Esto tan sólo es un pequeño reflejo de la importancia que pueden suponer las patentes para las empresas –existen más de 375 patentes presentadas sólo para esta variedad de flor- y hasta qué punto pueden influir en el crecimiento de las ventas. En el mercado textil y de calzado deportivo la palma se la lleva Nike.
La marca tiene más patentes en Estados Unidos -en el 2015 se le concedieron unas 500- que una de las mayores empresas contratistas militares estadounidense, ha obtenido más derechos legales en esta área que una compañía farmacéutica que desarrolla fármacos contra el cáncer. En resumen, más de 5.000 patentes emitidas en un año y unas cuantas aún por solicitar con el principal objetivo de innovar en la producción y fabricación, con el objetivo a corto plazo de incluir la impresión 3D.
Son ejemplos de dos mercados diferentes que, aún así, simbolizan a la perfección el valor que pueden alcanzar las cosas gracias a algo tan sencillo como la mente. Sólo así podremos conseguir flores que cuesten millones de dólares o zapatillas que pasen a formar parte de la historia de la moda…