El otro día, camino a la estación, hablaba con unos amigos sobre un anuncio de una bebida espirituosa que, a simple vista, con sus correspondientes metros delante de uno de los principales edificios de la ciudad, quizás dejaba bastante que desear. ¿El motivo? Un eslogan que no cumplía del todo con las leyes pero que nos llevó a la conclusión de que, en esto del marketing y la comunicación, la imagen ‘ética’ de la marca quizás haya pasado de moda para darle paso a lo viral.
El objetivo de que el subconsciente le haga un hueco se consigue, independientemente de que el mensaje te guste más o menos: puede que no seas el público objetivo en cuestión de la marca, pero lo conoces. Vamos, lo que me ha pasado a mi y a medio mundo con la nueva creación de Balenciaga. Un bolso de plástico primo de la clásica bolsa azul de Ikea. ¿Público objetivo? De momento no –aún tengo que meditar lo de incluir bolsos de más de 2.000 dólares a mi armario- pero yo también estoy al tanto de la polémica.
Más allá de que se trate de una broma de mal gusto para los consumidores o una apuesta fallida del equipo de marketing de Balenciaga, aquí el protagonismo se lo lleva Ikea. La empresa cuenta con unos cracks dentro del departamento de comunicación, quienes no han dudado ni un segundo en sacar partido de la noticia fashion del momento. ¿El método? Lanzar un comunicado mundial para evitar ‘fakes’.
El gigante sueco se ha ‘cascado’ un documento único, con su conocida bolsa azul de 50 céntimos, en la que explica cuáles son las características que la diferencia de la última invención de Balenciaga: desde el característico ruido-crujido que se escucha por los pasillos de medio mundo o su polivalencia en cuanto a funcionalidad (lo mismo transporta ladrillos que agua) hasta su método de cuidado, que permite un manguerazo a presión y como nuevo.
¿Quién le iba a decir a Ikea que Balenciaga le iba a echar un cable así? Si es que hoy en día no hay inspiraciones que valgan…