Puede resultar absurdo el pensar que algo básico está de moda pero como en la vida hay que sacarle un poco de chispa a todo para que nos sepa a nuevo, en la moda son los reyes de disfrazar lo obvio. En esta ocasión otra de las protagonistas de la temporada será la camisa (¿o blusa?). ¿Cómo la convertimos en algo chic? Poniéndole rayas, obviamente.
La verdad es que tratándose de una prenda de la que disponemos todos los seres del planeta en nuestro armario (algunos bastante más que otros) la camisa ha cumplido su función en el mundo de lo textil a lo largo de la historia, sobre todo en cuanto a desarrollo se refiere. Las huelgas en las fábricas de camisas de Nueva York y el incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist fueron claves para conseguir mejoras no solo en las condiciones laborales, sino en la seguridad de la industria textil. A esto hay que sumarle el papel de distinción que han jugado en la sociedad como signo de ostentación, tanto en hombres como mujeres.
Hace unos años que el estilo masculino se intentó acomodar de lleno en los estilismos femeninos, algo que ha conseguido hacer poco a poco de mano de la discreción y combinación de prendas. En este punto las blusas, que no han desaparecido en absoluto, comenzaron a combinarse con camisas de popelín de cuello marcado que se veían en oficinas junto a faldas ajustadas y trajes de chaqueta. En pleno siglo XXI se han agrandado, cumpliendo con la tendencia oversize, se han cubierto de rayas, de bolsillos y de algún que otro volante para combinarse con culottes, con vaqueros, con zapatillas o stilettos.
Un clásico con el que la moda ha vuelto a hacer magia para convertirlo en un objeto más de obsesión…