Si, volvemos a las copias y a los copyrights. Y no, prometo que no se trata de diseños robados de otros genios de la industria que adaptaron cualquier cosa del día a día a la pasarela antes que cualquier otro genio. Lo de Balenciaga y su último desfile es algo un poco más original… o no, según se mire.
Se trataba del debut de Demna Gvasalia en la casa, un hecho que mantenía a la industria en vilo para ver cómo de eficiente era la transición desde Wang hasta el nuevo diseñador creativo y su estilo grunge de andar por casa que le caracterizaba. El resultado fue un archivo histórico de elegancia y alta costura adaptado a un entorno deportivo, algo que, una vez en plena pasarela, dejó a más de uno respirar aliviado con la mano en el pecho. Una vez superado el primer contacto y con el firme objetivo de buscar una mujer moderna en los patrones de Balenciaga sin cargarse la esencia es cuando llega el objeto de la discordia: una bolsa de tela. Al verla es muy probable que lo primero que se te pueda pasar por la mente sea que el supermercado ya quedó abastecido por Chanel y que esto, pues bueno, llega un poco tarde.
Pero la cosa no queda en una simple ‘inspiración’ fuera de tiempo para los complementos de la colección, sino que en estos bolsos también tiene algo que decir el departamento de propiedad intelectual Tailandesa. ¿Por qué? La razón se encuentra en que este tipo de bolsos podría simular a los que se utilizan en el mercado tradicional tailandés desde hace años. La cosa es que el departamento, a pesar de las exaltaciones de la moda tailandesa, asegura que ve poco probable que alguien pueda demandar a Balenciaga, ya que las formas y el tejido empleado no tiene nada que ver con los complementos multicolores y culturales de dicho país que suelen encontrarse en la parte trasera de camionetas o negocios de vendedores ambulantes y que recibe el nombre de Sampheng.
Copia, inspiración o casualidad, la cosa es que Gvasalia se ha propuesta que para el próximo invierno carguemos con la casa a cuestas.