Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes, Alonso del Castillo y el negro Estebanico -probablemente el primer africano que pisó lo que hoy son los Estados Unidos-, fueron los cuatro únicos supervivientes de los trescientos hombres de la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1527. Capturados por los indios, fueron esclavos, comerciantes y chamanes, exitosa práctica esta última con la que alcanzaron la consideración de los nativos. Buscando el camino de vuelta a casa, vagaron durante ocho años y ocho mil kilómetros por el sureste del actual territorio de los Estados Unidos y el norte de México, tierras nunca antes vistas por el hombre europeo. Fue Alvar Núñez, explorador, superviviente, cautivo, pícaro, apologeta, místico, autor y protagonista de una de las gestas más sorprendentes del descubrimiento y conquista de América. El deambular de este jerezano y sus compañeros podría ser equiparable a la Odisea vivida por Ulises y al sufrimiento como extranjero en tierra extraña del bíblico José, el hijo de Jacob. Un conquistador malogrado, un héroe sufriente, pero como aquéllos, victorioso. La historia de América Latina es también una suma de esfuerzos desmesurados, comentó García Márquez a su viejo amigo Plinio Apuleyo Mendoza en la Flor de la Guayaba. Sin duda, esta desmesura forma parte de esa historia.
En 1542 se editó por primera vez en Zamora la Relación que dio Alvar Núñez Cabeza de Vaca de lo acaescido en las Indias en la armada donde yva por governador Pánfilo de Narváez desde el año de veynte y siete hasta el año de treinta y seis que bolvió a Sevilla con tres de su compañía. Mejor conocida como Naufragios, la Relación era una más de todas aquellas crónicas que debían informar a la Corona sobre cualquier expedición de descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo y debían seguir, conforme a las Leyes de Indias, instrucciones precisas sobre lo que se debía informar y como hacerlo. Además, la propia naturaleza de los hechos, en su mayor parte difícilmente demostrables a posteriori, obligaba en el proemio a declarar formalmente la absoluta veracidad de lo sucedido, cuestión que era examinada con extrema atención por las autoridades virreinales, los cronistas imperiales y el Consejo de Indias.
Como tesorero y alguacil mayor en la expedición de Narváez, y ya devuelto a la civilización, Alvar Núñez asumió la responsabilidad de redactar la Relación, dirigida al Rey. No obstante, al habitual inventario y constatación de los hechos propio de ese tipo de documentos –la realidad-, le agregó elementos literarios –la ficción- propios de la épica, la mística, la picaresca y la autobiografía, además de otros rasgos, poco habituales hasta entonces, como la geografía y el estudio antropológico de aquellas tribus con las que convivió.
Algunos filólogos e historiadores son de la opinión que el Cabeza de Vaca de Naufragios es un personaje, consciente o inconscientemente, inventado por él mismo al volver de su cautiverio. Es difícil valorar qué porcentaje de realidad hay frente a ficción, pero, a pesar de exagerar y magnificar su experiencia, revela un inequívoco afecto hacia los indios y el mundo que ha compartido con ellos, aprecia sus alimentos, conoce sus costumbres incluso, sorprende su competencia para ejercer las prácticas chamánicas. Después de ocho años de cautiverio, el Cabeza de Vaca de los Naufragios se alza como uno de los predecesores del mestizaje que compone la esencia misma de la identidad hispanoamericana.
Sin embargo, al igual que Cervantes ante su cautiverio en Argel, la crónica de Cabeza de Vaca está llena de matices, ambigüedades y silencios difíciles de desentrañar. Consciente de ello o no, cabría preguntarse por los intereses que lo llevaron a dirigir nada menos que al rey la crónica de la expedición fracasada del harto desdichado Pánfilo de Narváez.
En 1555 se editó en Valladolid una segunda edición de los Naufragios con los Comentarios, testimonio de una nueva expedición dirigida por el propio Alvar Núñez como Adelantado, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata contra los guaycurues del Paraguay. Resulta sorprendente que después de toda la retórica a favor del indígena surja el Cabeza de Vaca conquistador, con infantería y arcabucería española y 10.000 indígenas guaraníes de los que recela y que poco tiene que ver con el retrato apologético que hace en Naufragios como defensor de los indios que ha hecho que se le comparase con el padre Las Casas.