Concretamente, los oficiales del vizcondado maltratan a los hombres del término de Castellfollit, capturando personas y bienes, porque aquellos se negaban a pagar acaptes, a moler en los molinos señoriales y a pagar llossol por el uso de la fragua; además, les obligaban a contribuir en los gastos generados por una causa vigente entre el monarca y el vizconde de Bas sobre la jurisdicción de Castellfollit.
Con esta carta acompañada de un detallado gravamina, Guillem de Fontfreda, procurador del término de Castellfollit, protestaba ante el monarca a causa de la violencia ejercida por fray Ramón d’Empúries y Huguet d’Empúries, vizcondes de Bas y señores de Castellfollit, sobre los habitantes del feudo real, y solicitaba el envío de un comisario para que investigase los hechos y procediese de forma rápida ya que, privados de parte de sus bienes no podían pagar las costas de un proceso ordinario.
Desde la consolidación del sistema feudal en el siglo XI en el que no había hombre sin señor, y al igual que los Inventarios de Quejas que venían sucediéndose desde entonces, éste constituye un buen ejemplo de la aplicación en la Cataluña Vieja del primer tercio del siglo XIV del ius maletractandi, derecho que tenían los señores de maltratar a sus vasallos a voluntad y capturando sus personas y sus bienes, sin que aquellos tuviesen la oportunidad de apelar ante ningún tribunal. Un proceso de violencia señorial y legitimación jurídica reconocido en las Cortes de Cervera de 1202, aunque llevado a cabo a pesar de la condición de feudo regio. Ni los Pagesos de remença del vizcondado de Bas ni muchos otros repartidos por los señoríos al norte del río Llobregat, gozaban de los privilegios comunes al resto de aragoneses libres, ni tampoco de la protección del Justicia de Aragón. Derecho a maltratar sin apelación que, según algunos historiadores, se mantuvo vigente hasta los polémicos Decretos de Nueva Planta borbónicos de 1711.
El siglo XV comenzó con una profunda crisis. A la merma demográfica entre los remensas causada por las continuas epidemias de peste y las crisis frumentarias que las seguían, se unió el aumento de la presión de los señores, al ver disminuir sus ingresos, sobre los remensas que quedaban bajo su autoridad. Hacia 1380, el prolongado abuso de los malos usos por parte de los señores desencadenó un conflicto agrario que, al grito de el temp de la servitut es ja passat, se prolongó durante más de cien años y asoló Cataluña hasta la época de Fernando el Católico.
Las primera reivindicación de los remensa era librarse de la redimentia –la adscripción a la tierra- y la exigencia de que sea quitado el derecho a maltratar al campesino o que la mujer del campesino no tenga que dejar a su hijo sin leche para amamantar al hijo del señor, así como la abolición de otros mals usos como la intestia, la exorquía, la cugucia o la arsina. Finalmente, con la sentencia interlocutoria de 1455 y la sentencia arbitral de Guadalupe del año siguiente consiguieron la abolición de los malos usos, pero no se modificaron las relaciones sociales de producción.
La de los Pagesos de remença se considera la primera gran lucha de carácter social en Europa. No supone una novedad que los enfrentamientos en la Baja Edad Media se sucedieron en regiones europeas bien diferenciadas. Hartos de vivir en servidumbre se levantaron a voz en común, los habitantes de Mondragón, los de Palencia, Segovia y Ávila, los de Maella en Aragón, los forans mallorquines contra la oligarquía urbana de Palma y la irmandiña contra las arbitrariedades de Nuño Freire de Andrade apodado el Malo, señor de Ferrol, además de los rebeldes de Wat Tyler en Inglaterra y los de la Jacquerie en Francia.
Todos repitieron el mismo modus operandi. Todos representaban problemas complejos por cuanto que lo que lo social y lo político eran tan difíciles de separar como lo rural de lo urbano. Todos se resolvieron mediante el apoyo real a los señores frente a la subversión del orden social. Todos, a excepción de las guerras de los Paseos de remença catalanes que, dirigidos por Francesc de Verntallat y Pere Joan Sala, contaron con apoyo del inteligente rey de Sicilia y Aragón, quien a su vez y sobre todo era conde de Barcelona, el primus inter pares de los nobles catalanes, al que le debían rendir el mismo vasallaje que exigían.