Una lujosa estola de piel en contraste con unas prendas severas marca una pirámide visual cruzada y ascendente en cuyo vértice destaca un cuello robusto, más propio de un artesano que de un banquero. No es su cara, con rasgos igualmente severos, sino su piel clara y el bonete que cubre su despejada cabeza lo que amortiguan en algo la gravedad del conjunto. Sin embargo, los labios finos y apretados, el firme mentón y, sobre todo, la posición de la figura, indican seguridad, fortaleza, y cierta disciplina. Apartando los ojos del espectador, nos desprecia quien se sabe dueño de su destino. Pero no es vanidoso quien tiene el poder de mirar al futuro cara a cara. La decoración es un intrascendente fondo azul, pues nada ni nadie puede arrebatarle el papel protagonista en esta historia.
Es el retrato de Jakob Fugger que pintara Durero en 1519, fecha que coincide con la elección de Carlos I de España como Emperador del Sacro Imperio, victoria frente al rey francés que hubiera sido imposible sin la formidable suma prestada por Jakob, destinada en gran parte al soborno de los príncipes electores. Es también muy sabido que Vuestra Majestad no habría podido adquirir sin mí la Corona Imperial..., pronto se atrevió a recordarle este hijo de artesanos y comerciantes de hilaturas alemán al heredero de media Europa y América. Ahora, miren de nuevo al cuadro y díganme si estas palabras insolentes pueden calificarse de irreflexivas; que son hijas de la imprudencia o, en cambio, arriesgadas pero cuidadosamente meditadas por alguien que sabe que es el dueño de los destinos del Imperio.
La decisiva participación de Jakob Fugger tuvo consecuencias inmediatas para alguien cuya autoridad e influencia mucho depende en bien devolver lo que a bien se le presta, sea en metálico, subiendo los impuestos que provocó la rebelión de los comuneros de Castilla, sea en especies, mediante la cesión de bienes jurídicos de la monarquía y su traspaso a manos privadas. Para favorecer el trato, el monarca se prestó a romper con la larga tradición medieval en la que el beneficio y el interés eran contrarios a la ética económica escolástica, por tanto católica, basada en el precio justo y, con la ordenanza de Toledo, legitimó el monopolio y el derecho a vender las mercancías tan caras como pudieran, inicios del mercantilismo económico propio del mundo moderno.
Siguiendo esta nueva ética comercial, y apoyados en una tupida red de agentes que utilizaban una información igual de valiosa que el dinero, Jakob Fugger y sus herederos en España, los Fúcares, operaban con todo con lo que se podía obtener beneficio. Especias y sal; Paños, sedas y lanas; controlaban la extracción y distribución de alumbre, plomo, cobre y plata; financiaron la exploración del Nuevo Mundo y se hicieron con concesiones en Perú, Chile y Venezuela; desde 1535 acuñaron moneda. Mientras tanto, siempre apoyaron a un Habsburgo en la elección imperial y financiaron su lucha contra los reformistas protestantes. Y como aún faltaba mucho para el nacimiento de la banca pública en España, las finanzas estatales dependían de los banqueros privados entre los que la familia Fúcar eran primus inter pares. Pero ni aun contando con la plata americana, los ingresos obtenidos eran suficientes para cubrir el déficit producido por los gastos de guerra, situación que conducía a nuevas peticiones de crédito a interés desmedido y la bancarrota, seis en un siglo. Para una ya de por si población maltratada, los precios crecían y los salarios bajaban.
Para pagar aquellas y estas deudas, la monarquía les concedió en 1525 el control de los Maestrazgos militares entre los que se incluían, además de grandes explotaciones de tierra, arriendos y peajes, minas como las de Almadén, administrada por el cariacontecido Juan Jedler, y en las que 30 años después se descubre el beneficio del Patio, técnica con la que se obtiene plata mediante la amalgamación con el mercurio, objetivo prioritario desde entonces de la política colonial española. No quiero terminar sin recordar que de Almadén ha salido más de un tercio del mercurio consumido por la humanidad en toda su historia.