Además, dijiste que por mandamiento de Dios has portado continuamente hábitos de hombre y que habías tomado un vestido corto, mallas y polainas atadas con cordones; también llevabas los cabellos cortos, cortados en circulo por encima de las orejas, sin dejar algo sobre ti que señalase que eres una mujer.
Georges y Andrée Duby, Los procesos de Juana de Arco.
En 1420, el pobre demente Carlos VI firmó en Troyes un tratado por el que desheredaba a su hijo y proclamaba a Enrique de Lancaster, cabeza de la dinastía franco-normanda Plantagenet, heredero de la corona de Francia. El Delfín Carlos, desposeído, traicionado, sin recursos y sin valor, incluso dudaba sobre la legitimidad de su propio nacimiento. La guerra contra los ingleses duraba ya cerca de Cien Años y después de cuatro derrotas sucesivas, la nobleza franca había sido aplastada y lo que restaba de ella se encontraba dividida. Por un lado, el ducado de Orleáns y el Condado de Armagnac, por otro, el de Borgoña, aliado del inglés. Mientras tanto, el enemigo avanzaba desde las provincias del norte, Ruán, París, el Loira...Orleans, el corazón de Francia aún resistía, pero se temía que por poco tiempo.
Entonces, una devota campesina, analfabeta y virgen, acudió a la corte del Delfín asegurando su victoria y la recuperación del reino. Según confesaría más tarde, a los trece años había visto a San Miguel, a Santa Catalina y a Santa Margarita, declarando que grandes voces trepidaban sus oídos, exhortándola a llevar una vida piadosa y anunciándole prodigios fuera del alcance de su providencia. Sin entrar a valorar si aquella experiencia no fue más que una forma de diálogo interior trasmutado en conocimiento revelado, obtuvo la confianza del monarca y, travestida en varón, emprendió la tarea de expulsar al extranjero y coronar al Delfín en Reims como legítimo rey de Francia. Convertida en heroína después de unas cuantas sonadas victorias, continuó combatiendo hasta que fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses. En Ruán fue encarcelada, acusada y juzgada por un tribunal eclesiástico que argumentaba que quién le hablaba era el diablo. Tras un proceso de tres meses, la joven doncella fue declarada culpable de herejía y de hechicería y ejecutada el 30 de mayo de 1431 en la plaza del mercado viejo.
En el siglo XV la mujer sólo tenía dos opciones para integrar la sociedad, mantener la virginidad y abrazar la vida religiosa o cumplir con la obligación reproductora a través de un matrimonio generalmente impuesto, un rígido modelo de conducta social mediante el cual el poder patriarcal –civil y religioso- se aseguraba el control de la mujer. Como nos recuerda María Zambrano de Antígona, sólo en su dependencia al varón su vida cobraba ser y sentido; mas en cuanto en ella asomaba el conato del propio destino, quedaba convertida en un extraño ser sin sede posible. La andrógina plebeya se obstinó -continuamente- en atravesar la inflexible frontera moral que separaba a los géneros, en no querer portar el hábito que le corresponde a tu sexo, siguiendo la costumbre de infieles y sarracenos, en perseverar en su afán trasgresor. Execrable e insoportable comportamiento contrario a la ley de Dios y signo inequívoco de rebelión, dejando a un lado el sentido común que supone la comodidad de cabalgar a caballo y la conveniencia de mantenerse alejada de las miradas en un ejército de hombres.
Desde lo más alto del Olimpo social y cultural francés, Santa Juana de Arco es venerada por todos los franceses por sus hazañas, por su valentía, por su osadía, un símbolo que encarna los más altos valores del patriotismo republicano, popular y anticlerical. A pesar de la insistencia de la extrema derecha -desde los viejos tiempos de la Action Française hasta los nuevos del Front National- de apropiarse del mito que reaviva el sentimiento nacional frente al extranjero. A pesar de que Voltaire compusiera aquel mal poema en el que aseguraba que el destino de Francia no puede residir en el himen de una mujer.