Mientras los cristianos luchaban entre sí por un puñado de tierra, ellos arrebataron un dominio vastísimo a los nuestros, que entretanto urdían muchos planes, se reunían luego en un consejo, y todo acababa en nada... En este mes los turcos, una vez atravesado el Danubio, atacaron Hungría con un poderosísimo ejército y en una gran batalla derrotaron a los nuestros, incluido el todavía jovencísimo rey... Desde allí los turcos se han extendido por Hungría, saqueando e incendiando acto seguido las ciudades; mataron a mucha gente, robaron los ganados, por doquier acarrearon muerte y desolación. Han perpetrado muchos actos nefandos, muchos horrores.
Publicado en Brujas en octubre de 1526, en el diálogo De Europae dissidiis et bello turcico el humanista Juan Luis Vives se hace eco del reciente aplastamiento del ejército húngaro por parte del Gran Turco en la batalla de Mohács, que dejaba a los otomanos expedito el camino hacia Viena. El pesimista Polipragmón, el hombre de negocios que protagoniza la obra, culpabiliza de tales hechos a la desunión reinante entre los cristianos, lanzando una acusación que por aquel entonces todo el mundo rumoreaba en Europa... que los turcos fueron introducidos en Hungría por quienes menos deberían y de quienes nadie lo habría sospechado.
En las Cortes de Castilla de 1518, el obispo Pedro Ruiz de la Mota informó a las Cortes de las obligaciones que el nuevo rey Carlos tenía no sólo con Castilla sino con Europa y dando solemne noticia a los reunidos de la victoria del turco Selim sobre el Gran Soldán de Egipto. Con la consiguiente petición de servicio, que haría cumplir al rey con su compromiso de hacer frente a la amenaza de la Sublime Puerta, los castellanos tomaron conciencia por primera vez del vasto horizonte que el nuevo monarca de los Habsburgo les abría. Amenaza que ya se estructuraba como el problema clave alrededor del cual giraría el proyecto político del monarca, la Universitas Cristiana de la tradición política de Fernando el Católico, tantas veces expresada por él bajo la fórmula de Paz entre cristianos y lucha contra el infiel. Esa misión se hallaba indisolublemente ligada a la defensa de las fronteras de un nuevo escenario, esa ancha parte del patrimonio del emperador que confina con el Turco, por parte de Constantinopla. Aquellos castellanos convocados a Cortes en 1518 sintieron aquella amenaza ajena y lejana, en el espacio y en el tiempo. Sólo tres años después Solimán el Magnífico entraba en Belgrado.
La aplastante derrota de Pavía del 24 de febrero de 1525 fue un duro revés a las aspiraciones del ambicioso rey de Francia en Italia, el principal tablero estratégico en el cual se media con su gran rival. Capturado en pleno campo de batalla, Francisco I fue llevado a la Torre de los Lujanes de Madrid, donde un año después tuvo que aceptar las condiciones del Tratado de Madrid por el cual renunciaba a sus pretensiones sobre Italia y se comprometía al esfuerzo común contra los infieles y herejes. El descalabro terminaba con el equilibrio continental entre Francia y el Imperio de los Habsburgo. Con el mismo objetivo de frenar la hegemonía europea del Emperador, el mismo año el Papa Clemente VII organizó la Liga antiimperial de Cognac. A la llamada del pontífice acudieron las ciudades-república de Florencia, Venecia y Milán, y por supuesto la Francia de Francisco I, recién liberado de un deshonroso cautiverio. Pero el francés humillado no se contentó con esta alianza entre cristianos. Liberado por el pontífice de los juramentos pronunciados en uso de su poder de atar y desatar, se acercó al mayor enemigo de la cristiandad, Solimán el Magnífico. El otomano, gratamente sorprendido por tan desconcertante alianza contra natura, encontró vía libre para la invasión del continente siguiendo el curso del Danubio, conquistando Belgrado y Budapest y plantándose a las puertas de Viena, cuna de los Habsburgo.
Firmado de por vida y entre iguales, el tratado franco-otomano rompía el principio de Paz entre cristianos y lucha contra el infiel. Así se inició la primera alianza estratégico política entre Turquía y una potencia occidental. Una respuesta política a guerras de naturaleza exclusivamente política contra enemigos comunes, tan sólo rota tres siglos después, tras la campaña de Egipto protagonizada por Napoleón entre 1798 y 1801.