Tras un sorprendente éxito en los comienzos de la Revolución Rusa, el psicoanálisis muere con la llegada de Lenin a la Estación de Finlandia. Pero hasta ese momento hay varios pioneros que trabajan muy duro para crear una escuela psicoanalítica en Rusia. Sin duda, el caso más llamativo y paradójico es el de Tatiana Rosenthal.
Nacida en San Petersburgo en 1884 en una familia judía, destacó desde niña por su privilegiada inteligencia, su espíritu inquieto y su carácter apasionado. Esas características la llevaron a tomar las dos decisiones más importantes de su vida.
En primer lugar, se unió a la revolución de 1905 y fue una idealista toda su vida. En segundo lugar, se trasladó a Suiza donde estudió Medicina. En esa época fue cuando cayó en sus manos La interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Tatiana quedó hechizada por el choque que suponía la perspectiva freudiana respecto a la psiquiatría tradicional, y a su vuelta ya graduada en Medicina, dedicó su energía y su tiempo a difundir el psicoanálisis. Posteriormente, con 27 años viajó a Viena y acudió a las reuniones de la Sociedad Psicoanalítica, de la que llegó a ser miembro en un año. Allí permaneció hasta el final de la Primera Guerra Mundial, cuando volvió a su ciudad y convenció al director del Instituto Psiconeurológico del empleo del psicoanálisis para tratar niños afectados de neurosis.
Ese fue uno de los campos de batalla de Tatiana Rosenthal: la aplicación del psicoanálisis a la infancia. El otro, el análisis psicoanalítico de las grandes obras de la literatura rusa, como el que ella realizó en Sufrimiento y creación en Dostoyevski.
No era la primera en difundir este enfoque en su país. Nikolai Osipov, discípulo de Freud, con quien se carteó toda la vida, fue el primero en introducir su enfoque y técnicas en Rusia. Pero Osipov huyó asustado por lo que los bolcheviques podían hacer. La ciencia no es considerada neutral por los regímenes políticos y, como cada guerra nos muestra, es utilizada y manipulada. En este caso, Osipov se equivocó y los revolucionarios acogieron la nueva disciplina con los brazos abiertos. Rosenthal tenía la senda trazada. Eso no resta mérito a su trabajo y a su esfuerzo, y sus logros, en especial en el ámbito de la infancia.
Pero en 1921, a pesar de su éxito creciente, de su nombramiento como directora de la clínica infantil de neuropatía, de ser madre de un hijo que la adoraba, Tatiana decidió quitarse la vida con sólo 36 años. Las razones apuntadas por los estudiosos del tema se refieren al giro que el régimen soviético estaba dando en Rusia. Ella fue una de las personas que recibió a Lenin en la Estación de Finlandia en 1917. Nada le hizo sospechar cómo se desarrollarían los acontecimientos. En 1921 los bolcheviques reprimieron violentamente las protestas obreras de Krondstadt que pedían libertad de expresión, que acabaran las deportaciones y el control asfixiante bolchevique. Fue un duro golpe para el idealismo de Tatiana.
Pero la semilla sembrada por Ospov y Rosenthal no había caído en tierras pedregosas sino que, a partir de 1915, el psicoanálisis se vio promocionado desde los círculos intelectuales y cercanas al poder. Vera Schmidt tomó el testigo de la infancia y llegó a abrir la Casa de los Niños, un orfanato abierto, donde estudiaban niños de todas las clases sociales y se aplicaban revolucionarios medios de enseñanza. No se permitían castigos físicos, los profesores no podían gritar a los alumnos, no se penalizaba al niño, sino la acción, y en lugar de castigar al alumno se analizaba las consecuencias perniciosas del mal comportamiento. Vera también continuó la investigación literaria desde el punto de vista del psicoanálisis.
A pesar de la influyente posición de su marido, Otto Schmidt, ministro y seguidor de la Revolución del 17, también psicoanalista, la Casa de los Niños fue cerrada por Stalin y la Escuela Psicoanalítica cayó en desgracia y fue cerrada en 1925.
Desde entonces, muchos de los logros de la Escuela Psicoanalista soviética quedaron sepultados por la barbarie leninista. Una suerte de puritanismo invadió todo. Los estalinistas no podían permitirse que el esfuerzo por aplicar el psicoanálisis a las masas en los centros de día abiertos por el matrimonio Schmidt dieran lugar a una población consciente, y eliminaron el rastro de Freud del sistema soviético. La intuición de Osipov no era tan errada, después de todo.