Acababa el siglo XVII y comenzaba el XVIII cuando Emanuel, agotadas las propuestas que la Universidad de Uppsala de su Suecia natal le ofrecía, se embarcaba en un viaje de estudios y aprendizaje que le llevaría por Inglaterra, Holanda e Italia. Allí estudió con los mejores geología, química, ingeniería de minas, anatomía, astronomía, física, pulido de lentes, mineralogía, matemáticas y, por supuesto, italiano, inglés y holandés. En sus ratos libres, escribía poesía en latín y griego, para relajarse.
Emanuel Swedenberg (1688-1772) (más tarde el apellido cambiaria a Swedenborg al ennoblecerle la reina Ulrika Eleonora), nacido en Estocolmo, fue propuesto por el rey para que formara parte del Consejo de Minería de Suecia, cuando contaba 28 años. Era un puesto muy relevante si tenemos en cuenta la importancia de la minería en la economía sueca. Desde entonces, siempre desempeñó puestos muy importantes en la administración y puso su saber al servicio de su país. Además durante cincuenta años fue miembro de la Cámara de los Nobles sueca y casi nunca faltó a sus plenos participando activamente en asuntos muy importantes. Diseñó maquinaria que puso a disposición del rey Carlos XII para la explotación de minas de sal, de diques secos, y otras obras públicas. Dibujó bocetos de máquinas futuristas: aeroplanos, hornos de combustión lenta y submarinos, por ejemplo.
Realizó importantes estudios de anatomía, fisiología sensorial y química. Opuesto a la visión newtoniana mecanicista del universo proponía que a partir de una energía primera se derivaba todo lo demás. Era una energía divina. Siendo hijo del obispo de Skara, teólogo y estudioso de las escrituras, no es extraño que tratara de fundamentar el origen del universo en Dios. Sus dos pasiones explican que en el ámbito de sus estudios fisiológicos, se dedicara a encontrar la relación entre el cuerpo y el alma.
Pero un día, aún en la cima de su carrera científica, con el reconocimiento de los científicos europeos de su época y del rey de su país, con una gran tarea por hacer en la administración de Suecia, un suceso llevó a Emanuel a dejarlo todo y adentrarse en otro tipo de estudios. Convencido de que Jesucristo se le había aparecido y le había encomendado una nueva misión, Swedenborg se dedicó a publicar sus revelaciones acerca de la vida en el más allá, el cielo y el infierno, la bondad y la sabiduría de Dios y estudios sobre las Sagradas Escrituras. A pesar de publicar estos escritos anónimamente, llegó a saberse su autoría y Swedenborg adquirió más notoriedad en la vida social sueca. Pero lo que desencadenó su enorme fama que llega a nuestros días fue la noticia de que tenía contacto a voluntad propia con el mundo espiritual. Anticipó un incendio en su ciudad, se puso en contacto con familiares de nobles ya fallecidos, encontró objetos y papeles administrativos perdidos por indicación de los familiares del más allá, incluso, a petición de la reina Ulrika Lovisa se puso en contacto con el hermano de la reina fallecido días antes quien le confesó en secreto algo que solamente la reina sabía.
El alboroto que se produjo y la popularidad que alcanzó Swedenborg llevó a que la iglesia luterana revisara y condenara la teología que sustentaba su obra. A partir de 1769 y hasta el final de sus día, las obras de Swedenborg estuvieron condenadas y prohibidas por herejía, a pesar de los esfuerzos del autor por defenderse y demostrar que estaba dentro de la ortodoxia.
El 29 de marzo de 1772, tal y como él llevaba avisando desde hacía un año, murió en su casa de Londres a la edad de 84 años. Por supuesto había dejado todos los papeles y propiedades en orden.
A partir de entonces sus seguidores empezaron a reunirse, a leer sus escritos, a venerarle y terminaron por crear una “secta” alrededor de su figura tanto en Suecia como en Londres y en la colonia cuáquera de Estados Unidos. Todavía hoy puede visitarse en internet la Schwedenborgian Church of America.
Otros estudiosos casi contemporáneos de Swedenborg que perpetuaron sus enseñanzas: los masones. A partir de los estudios del benedictino Joseph Pernetti y el noble polaco Gabriela, fundadores en 1760 de los Illuminati de Avignon, se desarrolló un ritual masónico en torno a la visión del universo de Swedenborg. El llamado Rito Swedenborgiano o Rito de Swedenborg ha desaparecido y reaparecido a lo largo de los siglos. Sin embargo, no está claro que el científico sueco perteneciera él mismo o estuviera en contacto con ninguna logia masónica.
La vida de este peculiar hombre lleva a plantearse que si la misma mente lúcida que defiende políticas sensatas y es ejemplo de moderación en el Parlamento es la que esa misma tarde escribe sobre sus visiones y contactos con ángeles, entonces él es un loco o los demás somos ciegos.