Con trece años Sophie inspiraba estas líneas:
Tratar de poner un obstáculo a su deseo, sólo conseguía aumentarlo. Por lo tanto, para obligarla a tomar el descanso necesario, se le retiraba de la habitación el fuego, la ropa, la luz. Ella simulaba que renunciaba, pero cuando la familia estaba dormida, se levantaba, abrigada con mantas, con un frío tal que se congelaba la tinta en su escritorio, dedicado a sus estudios favoritos. Muchas veces se la sorprendió ya a la mañana siguiente, entumecida por el frío pero sin darse cuenta. Ante ese deseo, extraordinario para su edad, tuvimos el acierto de dejar a la joven Sophie disponer a su antojo de su tiempo y de su genio, y lo hicimos bien.
Sólo recientemente, los estudiosos se han dado cuenta de que los manuscritos de Sophie Germain sobre el Teorema de Fermat claman por una revisión de su trabajo sobre la teoría de los números. Hay más de lo que parecía. No se trata solamente de lo que apuntaba el famoso matemático francés Legendre, contemporáneo de Germain en una nota sobre el caso 1 del Teorema. Sophie tenía un plan de ataque perfectamente estructurado y consistente para hincarle el diente al Teorema de Fermat completo. Y por el carácter que demostró a lo largo de su vida no habría sido extraño que hubiera dado con ello. Sus métodos eran diferentes a los del propio Legendre y había llegado a algoritmos basados en ideas y resultados descubiertos independientemente por otros mucho tiempo después.
Pero la ciencia, según dicen, como la vida, necesita de la comunicación, de las sinergias que se generan en las mentes afines cuando se ponen en contacto y trabajan en común. Ella, por su condición de mujer, no tuvo esa suerte. Nació en una época muy difícil para Francia. La toma de la Bastilla sucedió cuando ella tenía 13 años. Encerrada en casa, Sophie recurrió a la biblioteca de su padre y topó con una Historia de las Matemáticas y con Arquímedes. Quedó impresionada con la historia de la muerte de Arquímedes a manos de un soldado romano que le atravesó con su espada durante la caída de Siracusa porque nada podía desconcentrarle de sus razonamientos matemáticos. Tal vez para huir de la terrible realidad política que le rodeaba, ella también decidió sumergirse en el absorbente mundo de la matemática pura: la teoría de los números. Y fue leyendo los libros que su padre conservaba en la biblioteca, y aprendiendo lo necesario para entenderlos: latín y griego, por ejemplo, para abordar a Newton y Euler. Así hasta 1794 cuando, con 18 años consiguió hacerse con los manuales y apuntes de los mejores profesores de L’École Polytécnique de París, en especial los de Análisis de Lagrange. Y decidió, como era costumbre entre los alumnos, enviarle sus comentarios firmando como Antoine-August LeBlanc. Lagrange quiso conocer a tan brillante alumno verdaderamente impresionado por el nivel de sus comentarios. Cuando supo que era una mujer hizo todo lo posible por animarla a seguir estudiando. Se trataba de una persona que se había formado en cuatro años y sin ayuda de tutores, mentores o consejeros hasta alcanzar el nivel de matemáticas de los alumnos universitarios. Ella siguió el consejo del gran matemático.
Pasado el frenesí del final de siglo XVIII francés, Sophie Germain se introdujo en los círculos de matemáticos con quien intercambiaba impresiones pero nunca pudo recibir un curso de Matemáticas. Se carteó con matemáticos como Gauss haciéndose pasar por hombre. Se presentó varias veces al Premio de la Academia de Ciencias de Francia con un estudio sobre la elasticidad de los cuerpos, hasta que lo ganó. De haber seguido un curso formal o no haberse visto aislada del ambiente académico Sophie no habría cometido determinados fallos que constituyeron un obstáculo para la obtención del premio. Pero desde que lo ganara, en 1816, las cosas mejoraron y comenzó a sentirse arropada y aceptada por la comunidad científica.
Murió de cáncer a los 55 años. En su ficha de defunción constaba: Marie-Sophie Germain, propietaria agrícola. Etiquetas.