Ciencia Humana

Léon Walras, los economistas también lloran

No tuvo el reconocimiento de sus contemporáneos... el empleo de las matemáticas en economía era algo demasiado nuevo en la Francia del XIX.

Para el común de los mortales el nombre de Léon Walras no significa nada. Para un licenciado en económicas va asociado al modelo de equilibrio general. Para un historiador del pensamiento económico, se trata de uno de los principales responsables de que la teoría económica se enseñe y se investigue mediante modelos matemáticos. Un dios para la ortodoxia. Un demonio para unos pocos que no comparten esa metodología.

Pero, no muchos saben la serie de catastróficas desdichas que vivió. Nacido en Évreux en 1834, hijo de un notable intelectual francés, Auguste Walras, Léon no fue un buen estudiante. Era un bohemio. Dividido entre su amor por las matemáticas y su pasión por la literatura, fracasó en ambas. Suspendió por dos veces el examen de entrada a la prestigiosa Escuela Politécnica francesa. Pero no abandonó y se decidió, entonces, por la Escuela de Minas, igualmente destacada. Fue admitido como alumno externo al curso preparatorio cuando contaba con veinte años de edad, en el puesto décimo de los catorce admitidos. Al final del curso, su media no alcanzaba la exigida por la institución para comenzar la licenciatura, de manera que se presentó de nuevo al final del verano. Volvió a cursar el nivel preparatorio, pero su media esta vez fue peor. En el tercer intento, Léon quedó en el puesto 37. El número de plazas eran 22 y quedó definitivamente fuera de la Escuela de Minas. Con razón afirmaba en su autobiografía que no le gustaban los estudios de ingeniería.

Trató de dedicarse a la literatura, pero su novela Francis Sauver, no tuvo ningún éxito. Su padre, muy preocupado por el futuro de su hijo, le hizo prometer que abandonaría sus sueños de escritor y se dedicaría a hacer de las ciencias sociales, en concreto, la economía política, una disciplina respetada y seria. Y a eso se dedicó Walras. Para ello, estudió, leyó y empleó los conocimientos aprendidos para introducir las matemáticas en el análisis económico.

No tuvo el reconocimiento de sus contemporáneos. Primero, porque no tenía la cualificación requerida para ser profesor, ya que no era licenciado. Segundo, porque el empleo de las matemáticas en economía era algo demasiado nuevo en la Francia del XIX.  La ironía de la historia es que fue Rector de la Universidad de Lausana antes de cumplir cuarenta y sin haber pasado por facultad universitaria alguna.

Pero su vida personal tampoco fue un refugio de felicidad para él. Unido a Célestine Aline Ferbach desde 1850, quien tenía un hijo de una relación anterior, compartieron su vida y sus sueños y tuvieron dos mellizas después de 13 años de convivencia. Cuando las niñas tenían seis años, Léon y Célestine se casaron para regularizar la situación familiar. Léon adoptó a George, el hijo de su mujer, y reconoció a sus hijas. Pero, una de las niñas, Louise murió ahogada y, al poco, murió su mujer tras una penosa enfermedad. Léon tuvo que trabajar para cubrir los gastos escribiendo para diversas publicaciones y montando una cooperativa bancaria, que quebró.

A los seis años de quedarse solo, se casó con una acaudalada viuda ocho años mayor que él, que le devolvió el ánimo y también le aportó cierta estabilidad económica. La renta de su mujer y la herencia a la muerte de su madre le permitieron cerrar las deudas de la fallida cooperativa y los gastos de sus investigaciones económicas. Este segundo matrimonio, a pesar de que eran una pareja feliz, no fue bien recibido por el ambiente intelectual de la burguesía francesa de mediados del XIX.

George ingresó en el ejército muy joven, y Aline se quedó al lado de su padre. Cuando Léonide, la segunda mujer de Walras, murió, apenas ocho años después de casarse, fue la joven Aline la que se hizo cargo de él y de la casa, sirviendo de ama de llaves, secretaria y apoyo emocional.

Walras padecía de fuertes dolores de cabeza, diagnosticados entonces como neurosis por desconocimiento de la ciencia de esa época en enfermedades del sistema nervioso. No deja de ser curioso que el otro pionero de la economía matemática contemporáneo de Walras, el inglés William Stanley Jevons, también padeciera la misma dolencia. En sus cartas, además de apoyarse y compartir dudas y avances acerca de la nueva economía que estaban edificando, Jevons y Walras intercambiaban consejos respecto a los remedios farmacéuticos que les recetaban.

En 1905, Léon Walras, ya retirado en Suiza, convenció a tres colegas de la Universidad de Lausana para que le propusieran como Premio Nobel de la Paz del año siguiente, como fundador de la economía matemática y por el fomento de la paz mundial implícitas en sus propuestas de política económica, basadas en tres puntos: nacionalización de la tierra, eliminación de impuestos y libre comercio. Aunque no se lo dieron, cinco meses antes de morir en 1911, aún seguía mandando artículos y publicaciones para reforzar su candidatura, sin reconocer éste, su último fracaso.  El Premio Nobel de la Paz de 1906 se lo llevó Theodore Roosevelt.