“Quizás nunca haya un hombre leído tanto, estudiado tanto, meditado más y escrito más que Leibniz… Lo que ha elaborado sobre el mundo, sobre Dios, la naturaleza y el alma es de la más sublime elocuencia.” Diderot, La Enciclopedia, Vol. 9. 1765.
Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), gran filósofo, gran matemático, es considerado como uno de los tres principales racionalistas del siglo XVII. Nacido en Leipzig, pasó su vida viajando por París, Londres y Viena. Filósofo cortesano y de espíritu profundamente religioso en medio de una Europa en guerra, estuvo siempre interesado por la integración de aparentes opuestos: católicos y protestantes, cartesianos y aristotélicos, ciencia y teología, y muy especialmente, Oriente y Occidente. Fuertemente influido por las ideas integradoras de Matteo Ricci, primer jesuita en establecer una misión en China y partidario de una política “acomodaticia” que permitiera a los cristianos conversos chinos mantener rituales autóctonos.
Leibniz, no solamente se sintió deslumbrado por la cultura y la filosofía budista sino que se interesó especialmente por el I Ching (1.150 a de C), el libro de las mutaciones que recoge la tradición china, y que se compone de diferentes hexagramas. Es un libro adivinatorio, moral y filosófico que ha cautivado a personajes como Carl Jung o Umberto Eco.
Leibniz estudió profusamente los hexagramas del I Ching porque dedujo que seguía un código binario y creyó que escondía una suerte de lenguaje universal. Sin embargo, su intento quedó en nada y, por más que la impronta y la admiración por la cultura china nunca abandonaron a Leibniz, tuvo que desistir en su intento de extraer un lenguaje binario lógico y universal en los hexagramas del libro de las mutaciones chino.
Leibniz encontró que, a pesar de que Occidente estaba más avanzado en ciencias teóricas, China era muy superior en filosofía. Y así lo transmitía cuando escribió: “Es difícil describir las leyes de los chinos, en contraste con las de otros pueblos, están dirigidas a la consecución de la tranquilidad pública y el establecimiento del orden social, de manera que los hombres se vean irrumpidos en sus relaciones lo menos posible”.
Dicen que él mismo era una persona tranquila y afable, que dedicó su vida a la filosofía y las matemáticas y a la búsqueda de ese orden natural maravilloso y total.