La Revolución Francesa trajo consigo cambios importantes no solamente en el terreno político. Uno de los logros fue la creación del Bureau des Longitudes que trató de unificar los pesos y medidas. En un mundo como el nuestro, la unificación de las magnitudes ha permitido el desarrollo de la economía y de las ciencias aplicadas. La arquitectura, la farmacia, la aeronáutica, la ingeniería, incluso la moda... todo aquello que implique el uso del gramo, el metro, el litro, le debe algo a un puñado de científicos franceses entregados a la causa. Entre ellos, dos, Delambre y Méchain, fueron los encargados de definir con exactitud el metro: la diezmillonésima parte del cuadrante del meridiano terrestre que pasa por París. Para ello, Delambre se propuso medir el meridiano desde Dunkerque hasta Rodez y Méchain desde Barcelona hasta Rodez, donde se reunirían. Pero su empresa se vio retrasada por diferentes factores extra científicos.
Nada más salir de París hacia Dunkerque, Delambre sufrió los primeros contratiempos. Su visado fue expedido antes de la Revolución y estaba firmado por el rey, así que fue detenido. Una vez solucionado y con un visado de la Convención en la mano fue detenido de nuevo. Al llegar a un pequeño pueblo unos científicos parisinos vestidos al uso de la capital, con unos carromatos cargando extrañas máquinas y artilugios, los paisanos pensaron que se trataba de espías realistas y les retuvieron en el calabozo. A punto estuvieron de perder la vida.
El gobierno del Terror consideró que había que suspender la medida. Nada sorprendente, después de cerrar la Academia Francesa de Ciencias y muchas otras instituciones científicas sólo por pertenecer al Antiguo Régimen.
Finalmente la expedición retomó su trabajo y pudieron completarlo, sin que nadie excepto unos pocos supieran que un fallo de medición de Méchain había corrompido el resultado final. Hasta mucho más tarde el metro no era lo que parecía.