La Inglaterra del siglo XIX era un lugar perfecto para el desarrollo de las mentes matemáticas: Peacock, Hershell, De Morgan, Babbage... son nombres de eminentes y reconocidos matemáticos ingleses de la época.
Pero también era una fuente de ejemplos en otros sentidos. Un botón: la cooperación colectiva libre. O dicho en cristiano: el apoyo vecinal.
Esta es la historia de George Green, nacido en Nottingham en 1793, de profesión molinero. Su padre, panadero y molinero de éxito, a pesar de las algaradas de 1800 que destrozaron su negocio, no pudo mandar al colegio al joven Green más que dos años (cuatro semestres). El resto de su infancia, George la pasó dividido entre su deber (ayudar a su padre en el molino) y su devoción: las matemáticas. No hay pruebas fehacientes pero parece que un vecino de los Green, John Toplis, ayudaba a George. Toplis, matemático, quien dirigía un instituto privado en Nottingham hasta que, hacia 1819 se trasladó a Cambridge, conocía las matemáticas que se hacían en el continente, a partir de los hallazgos de Leibniz y encabezadas por los matemáticos franceses. Conocía las obras de Poisson, Biot, Lacroix y tradujo a Laplace. Eran muy diferentes a las matemáticas que se hacían en Inglaterra que partían de bases newtonianas y eran más rígidas. Muchos matemáticos en Cambridge lo sabían. De hecho se llegó a fundar la Analitycal Society para difundir las matemáticas continentales. Y ahí estaban Peacock, Hershell y Babbage, entre otros.
Así que nuestro molinero desarrolló un extremo afán de descubrir cómo aplicar esta ciencia a los fenómenos naturales, en concreto a la física.
Cuando se fue Toplis, Green siguió con sus tareas y sus estudios en el piso superior del molino. Se enamoró de Jane con la que tuvo 7 hijos pero nunca se casó. Parece ser que vivía a caballo entre la casa de sus padres y la de Jane. Murieron sus padres, se casó su única hermana y él quedó al cargo de la panadería y el molino. Pero en esa década escribió los tres trabajos premonitorios de su primer gran artículo: ‘An Essay on the Application of Mathematical Analysis to the Theories of Electricity and Magnetism’, un ensayo sobre la aplicación del análisis matemático a la electricidad y el magnetismo. Y aquí llega el ejemplo de vecindad.
El ensayo se publicó por suscripción. Sus vecinos, muchos de los cuales eran miembros de la biblioteca de la ciudad y conocían su pasión por los boletines, le apoyaron y pudo publicar su trabajo en 1829. Era tan bueno que uno de los suscriptores, sir Edward Ffrench Bromfield, matemático y casualmente profesor en Cambridge, se ofreció para ponerle en contacto y facilitar su acceso en el Gonville and Caius College. Dos años fueron necesarios para convencer al humilde y tímido George de que la proposición no era una mera formalidad y para que la aceptara.
Así que con 40 años y seis hijos (aún nacería uno más) se matriculó en el Gonville and Caius College para sacar su bachillerato. Pudo hacerlo porque era soltero, requisito sine qua non para estudiar allí.
Tres artículos publicó estando en Cambridge, dos sobre electricidad y uno sobre magnetismo. Bromfield trató de ponerle en contacto con Peacock, Babbage y Herschell, los expertos en su materia y fundadores de la Analytical Society. Imposible. En el último momento Green se excusó explicando que se reuniría con ellos cuando estuviera a la altura de semejantes hombres de ciencia. Murió al poco de regresar de Cambridge, pensando que su trabajo no era muy importante. Dejó sus propiedades a Jane y a los niños, y un molino que aún se puede ver en las cercanías de Nottingham.
Años más tarde, William Thompson, lord Kelvin, eminente científico irlandés especializado en termodinámica y conocido por idear una escala de temperaturas, descubrió las publicaciones de Green en Cambridge. Inmediatamente las dio a conocer a su colega James Cleck Maxwell, físico escocés especializado en electromagnetismo. A partir de ahí, nadie que estudie los campos eléctrico y magnético puede avanzar sin conocer las funciones de Green, descubiertas por un molinero y difundidas gracias a la cooperación voluntaria de los vecinos de Nottingham.
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Agradezco a mi amigo Alejandro Jenkins la amabilidad de informarme acerca de George Green y su historia, del que tanto hay que aprender.