François Jacob nació en Nancy en 1920. Era hijo de una familia judía dedicada al comercio que se trasladó a París cuando él tenía tan solo tres años y medio. Nunca tuvo inquietudes religiosas. Al poco tiempo de su celebración del Bar Mitzvah se declaró ateo. Tras intentar cumplir los deseos de su abuelo materno y matricularse en la famosa Escuela Politécnica, se decidió por la Medicina. Quería ser cirujano a toda costa. Sin embargo, su obsesión por la cirugía se vio truncada por la invasión alemana.
En 1940, tras un año de sufrimiento, murió su madre de una terrible enfermedad y, a los pocos días, François y tres amigos más, se subieron a un coche rumbo al sur de Francia para embarcarse y luchar contra los invasores desde donde fuera. La suerte quiso que el barco en el que lograron colarse en San Juan de Luz tuviera Inglaterra como destino. Allí se enroló en las filas de la resistencia en Londres, en el servicio médico, aunque no había terminado siquiera el segundo curso de la carrera. Más adelante, entró en el ejército francés como oficial médico.
Luchó con las tropas dirigidas por el General Leclerc en el Norte de África: Fezan, Libia, Trípoli y Túnez. Fue herido dos veces. La segunda en Normandía. Un bombardero alemán trataba de impedir que su compañía se uniera al ejército de Patton. Un compañero cayó herido y François se paró para atenderle. El avión llegó y todos corrieron a refugiarse, pero el soldado herido le dijo: “No me dejes solo”. Y él no le abandonó. A cambio, salió mal parado. Tanto que nunca más pudo operar. Entre 50 y 60 trozos de granada impactaron en todo el lado derecho de su cuerpo, incluidas las manos. Tuvieron que operarle del brazo, la cadera, el hombro… fue largo y penoso, tal y como lo narra él mismo.
Con la paz, François Jacob hubo de replantearse su vida y decidió estudiar los efectos del antibiótico llamado tirotricina en las infecciones. Se doctoró en Biología e ingresó en el Instituto Pasteur donde conoció a André Lwoff. Cuando Jacob llegó al Instituto Pasteur, Jacques Monod llevaba trabajando ahí cinco años. François Jacob explicaba en su autobiografía cómo los laboratorios Lwoff y Monod estaban localizados en extremos opuestos en el mismo corredor y cómo su propio laboratorio, localizado entre los dos, era el sitio del té de las cuatro de la tarde. Los tres compartieron Premio Nobel en 1965 por sus contribuciones a los descubrimientos en la "regulación genética de la síntesis de enzimas y virus".
Se casó con la concertista de piano Lisa Bloch y tuvo cuatro hijos. Más adelante, enviudó y se casó en segundas nupcias con la doctora Geneviève Barrier, fundadora del SAMU (Servicio Médico de Urgencias de Francia).
François Jacob, además de los honores por sus aportaciones científicas, fue condecorado por su labor durante la guerra con la Gran Cruz de la Liberación y la Gran Cruz de la Legión de Honor Francesa.
Nunca sabremos si hubiera llegado a ser tan buen cirujano como biólogo. Lo que es indudable es que no sucumbir ante la frustración le permitió alcanzar algo que probablemente nunca soñó. Nunca se sabe cuánto podemos sacar de bueno de la adversidad.