Franz Anton Mesmer.
Ciencia Humana

El descubridor del magnetismo animal

Mesmer afirmaba que hombre posee las mismas propiedades que los imanes...

El hombre posee las mismas propiedades que los imanes.  Ésta era la afirmación sobre la cual basó su carrera médica el alemán Franz Anton Mesmer (1734-1815). Nacido en la región alemana de Suabia, Mesmer estudió filosofía y teología en su país natal y teología en Austria. El tema de su tesis doctoral nunca sería admitido en una Facultad de Medicina en nuestros días, pero a mediados del siglo XVIII, “El influjo de los planetas en el cuerpo humano” estaba en la vanguardia de la medicina. Recién descubiertos los fenómenos asociados a la electricidad y al magnetismo, no resultaba estrambótico asociar estas fuerzas de la naturaleza al cuerpo humano, ser natural, al fin y al cabo.

Pero a partir de ahí, la evolución científica de Mesmer empezó a derivar por derroteros que iban más allá de lo admisible. Tras casarse con una viuda mayor que él y de muy buena posición, que le abrió las puertas de la Corte de Austria, su trayectoria alcanzó gran relevancia. Las damas de la aristocracia europea hacían cola para ser tratadas mediante magnetismo por el famoso doctor Mesmer. Mientras sus colegas le tachaban de fraude el ambiente más puritano denunciaba sus prácticas por inmorales. Caído en desgracia al ser acusado de seducir a la joven pianista ciega  Maria-Theresa von Paradis, tuvo que huir de Viena y refugiarse en París. Allí fue donde su fama se desbordó y el mesmerismo se convirtió en moda en la alta sociedad. Su tratamiento consistía en “magnetizar” al paciente mediante el contacto físico, ayudado por la mirada, la penumbra de la sala y con una música adecuada de fondo.  No resulta extraño que el mismo rey Luis XVI nombrara una comisión para estudiar el rigor científico de la terapia de Mesmer.

El hombre que magnetiza suele tener las rodillas rodeando las de la paciente. Una mano encima de los ovarios o más abajo y la otra por detrás de ella, tumbados el uno sobre la otra (...) un rostro toca al otro, los alientos se respiran mutuamente, los párpados se humedecen, la respiración entrecortada se acelera...”. Como es lógico, la temperatura corporal subía y la paciente terminaba convulsionando. Eso sí, su carácter mejoraba y recuperaba su buen humor. La comisión, estaba compuesta, entre otros, por el químico Lavoisier, el médico Joseph Ignace Guillotin, el astrónomo Jean Sylvain Bailly y el embajador estadounidense Benjamin Franklin. A pesar de la condena por parte de la comisión real, Mesmer siguió con sus extraños métodos. Pasó a la historia por dos actividades. Primero, como charlatán, aunque sobre la base de sus ideas en el siglo XIX se estudió el hipnotismo, gran avance de la psiquiatría. Y en segundo lugar, como promotor de Mozart. Efectivamente al poco de casarse, cuando gozaba del beneplácito de la corte de Austria, encargó a Wolfgang Amadeus Mozart la ópera Bastien und Bastienne, la primera del célebre músico que entonces tenia tan solo doce años. La representación tuvo lugar en los jardines del palacio del médico. Mozart nunca olvidó ese favor y, posteriormente, hizo una alusión a él en Cossi fan tutte.

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