No fue invención suya, no se le ocurrió a él primero, pero sí fue quien elaboró el sistema geométrico que explicaba la disposición de los astros en el firmamento de manera que nosotros, los terrícolas, estábamos en el centro.
El modelo consistía en un conjunto de esferas en cuyo centro exterior se encontraba un planeta. Dichas esferas giraban alrededor de la Tierra. Era la teoría geocéntrica del Universo, que si bien era falsa, como ha quedado sobradamente demostrado, no sólo analíticamente, sino por la fuerza de los hechos, las imágenes de los satélites, y todo el entramado de estudios y viajes espaciales de las agencias de las naciones más desarrolladas. Es falso. El universo de Ptolomeo es falso.
Ahora bien, ¿qué pensar de todas las horas que este hombre empleó en elaborar los cálculos matemáticos y en desarrollar todo el modelo y las teorías geométricas necesarias para que aquel universo falso, tuviera una explicación científica?
Pienso en mi ciencia, una ciencia “menor” por ser social (dicho con ironía, por supuesto), matematizada parcialmente y casi con calzador, en la que día sí, día también, se erigen los portavoces de la verdad para explicar qué hay que hacer para que el consumo interno suba, o por qué la austeridad es mala, o buena, o qué lleva a que el mercado coma niños por la noche, o que el Estado sea un cuatrero como Curro Jiménez pero en antipático. Y todo ello con el beneplácito de las autoridades científicas, que se rinden a la “evidencia” de las publicaciones en revistas indexadas (en un índice de revistas fetén), que se dejan convencer por modelos altamente sofisticados, y no pueden sino dar el sí a dichas teorías. ¿Y si resulta que todo es falso? Porque a Ptolomeo le consideraron el top one hasta la Edad Media, desde el siglo primero después de Cristo.
La justificación de un error, por grueso que sea, también debe encerrar belleza, como el sistema ptolemáico. Hay que conservar la elegancia hasta para equivocarse. Y en ese terreno, Claudio Ptolomeo, el egipcio que escribía en griego y era ciudadano romano, era el mejor. Porque desarrolló su visión del universo en trece libros, conocidos primero como La Compilación Matemática, después como La Más Grande Compilación y de ahí, es conocida por su traducción árabe, ya que fueron los musulmanes quienes custodiaron el saber grecorromano en otro tiempo, el Almagesto.
Y no solamente en astronomía Ptolomeo desplegó su ingenio para el error. En los cuatro volúmenes de su Geografía también. En ellos ofrece distancias, mapas, localizaciones que indujeron a viajes complicados a muchos marinos que siguieron sus trabajos sin saber que estaban equivocados. Calculó latitudes respecto al Ecuador, nombró a las Islas Canarias como “las Islas Afortunadas”, pero al calcular sus medidas utilizando la longitud del día en vez de los grados del arco terrestre, su visión del mundo era mucho más estrecha. Tal vez por eso, en la mente de Colón, no cabía el continente americano, ya que China estaba mucho más cerca de la Vieja Europa de lo que realmente está.
Muchos fueron los estudios de Ptolomeo en otras áreas: Óptica, Astrología, Música. Pero lo que hace de él mi científico equivocado favorito, no solamente es el esfuerzo por edificar una estructura geométrico-matemática que nos mantuviera en el centro del Universo, sino que a todos sus sesudos estudios añadió un epigrama griego. O al menos solamente uno nos ha llegado a través de la historia. Y es tan bello como todas sus erradas explicaciones, con la diferencia de que la poesía nunca es verdad o mentira:
Well do I know that I am mortal, a creature of one day.
But if my mind follows the winding paths of the stars
Then my feet no longer rest on earth, but standing by
Zeus himself I take my fill of ambrosia, the divine dish.
Cuya traducción aproximada puede ser:
Bien sé que soy mortal, una criatura de un día.
Pero si mi mente sigue los sinuosos caminos de las estrellas
Entonces mis pies ya no descansan sobre la tierra, permanezco de pie junto a
Zeus
Y tomo el relleno de la ambrosía, el plato divino.