A veces, ha sucedido en la historia que una figura importante y ejemplar se pone en cuestión por falta de datos que corroboren su misma existencia. Y son trasladadas, sin más, al fichero que la propia historia tiene reservado a las leyendas y los mitos. Y está bien. Yo soy la primera amante de ambas cosas, mitos y leyendas, como reservorio de la ejemplaridad o como almacén de arquetipos que nos ayudan a entendernos a nosotros mismos, que sí tenemos existencia constatable. Pero no es lo mismo.
Esto es lo que sucede con Agnódice, considerada la primera mujer ginecóloga. Nacida en Atenas en el año 300 antes de JC, cuando la mujer tenía prohibido dedicarse a curar a otras personas, Agnódice, como otras mujeres que se enfrentaron a la discriminación a lo largo de los tiempos, vadeó la prohibición de la manera más sencilla: disfrazándose de hombre.
Con el pelo cortado y vestimenta masculina, se fue a Alejandría a estudiar medicina con Herófilo, uno de los grandes, quien sostenía que el verdadero domicilio del alma estaba en las cavidades del cerebro. Completados sus estudios, un día oyó a una mujer gritar de dolor en medio del trabajo y se acercó a ayudarla. Pero la mujer no quería ponerse en manos de un hombre, porque se trataba de un mal de mujeres. Entonces Agnódice le confesó su verdadero sexo y la curó. A partir de entonces, y de espaldas a las autoridades, tanto médicas como políticas, se corrió la voz de que había un médico especialista en males femeninos. Por supuesto, las mujeres que acudían a su consulta sabían que era otra mujer. Las esposas de los principales ciudadanos atenienses estaban en su lista y eran atendidas por ella.
Su fama creció tanto que, como era de esperar, despertó las envidias de los galenos atenienses, que veían cómo las pacientes femeninas más relevantes desaparecían de sus consultas para acudir a la del exitoso “doctor”. Así que al poco tiempo, Agnódice fue acusada (como médico) de seducir a sus pacientes, y argumentaban que las mujeres fingían enfermedades para visitarle.
En el juicio, y para evitar la ejecución, Agnódice se despojó de sus vestidos y descubrió su sexo. La trama urdida por los envidiosos médicos atenienses quedó desenmascarada. Pero, como también era de esperar, fue acusada de ejercer la medicina siendo mujer. Y entonces sucedió algo con lo que nadie contaba. Las esposas de los altos mandatarios, los mismos que acusaban a la mujer de saltarse la ley y pedían su muerte como castigo, salieron en su defensa.
Cuenta Higinius, escritor latino del primer siglo de nuestra era, que afearon la conducta de sus maridos con la siguiente demoledora frase: “Vosotros, hombres, no actuáis como esposos sino como enemigos, porque estáis condenando a aquella que nos ha devuelto la salud”. Agnódice fue absuelta y obtuvo el permiso para curar a otras mujeres. Pero el escándalo fue tal que la cosa no quedó ahí: se cambió la ley y, desde entonces, se permitió a las mujeres practicar la medicina.
Por supuesto, a pesar de que hay un referente en los escritos de Higinius, es fácil, desde nuestra tarima del siglo XXI, poner en duda cualquier historia sucedida hace tanto tiempo. Puede ser que fuera una leyenda, puede ser que fuera real. No es lo más relevante. Muchas han sido las mujeres, conocidas o anónimas, que se han vestido de hombre para evitar la discriminación. Es, además, plausible la idea de que unas mujeres ayudaran a otras mujeres a sobreponerse de partos, abortos y desarreglos femeninos, basándose en su propia experiencia.
La discriminación hacia la mujer en las ciencias ha persistido hasta el siglo XX. Y, curiosamente, además de gracias al esfuerzo y el tesón de las mujeres amantes de la ciencia, siempre ha habido hombres que no se han comportado como enemigos, sino compañeros, padres, maridos, que han apoyado e impulsado las carreras de unas pocas pioneras. Los logros de estas mujeres, junto con el apoyo de algunos hombres al frente de cátedras y Parlamentos han permitido que las cosas hayan cambiado bastante.
El nombre Agnódice en griego significa “casta ante la ley”. Y yo añadiría “y valiente ante la historia”.