A finales de este mes de Octubre tiene lugar la celebración de la noche de Halloween, durante esa noche niños, y no tan niños, nos disfrazamos de fantasmas, brujas y zombis…pero ¿Y si entre las personas que disfrutan esta fiesta hubiera quien creyera que realmente es un muerto viviente? y no solo la noche de Halloween sino habitualmente… Eso es lo que les ocurre a las personas que sufren el síndrome de Cotard, también denominado delirio de negación, alucinación nihilista o síndrome del zombi.
El síndrome de Cotard o del zombi tiene lugar cuando una persona cree que ha muerto, piensa que no tiene alma y que su cuerpo o sus órganos se están pudriendo. En algunos casos el paciente cree ser inmortal dado que está “muerto” no le puede pasar nada y por ello llega a tener comportamientos suicidas, incluso pueden presentar alucinaciones olfativas que confirman su delirio (oler a carne putrefacta), o alucinaciones visuales (creer que tienen gusanos sobre su piel).
Fue Jules Cotard, un neurólogo francés, en 1880 quien describió este síndrome, a partir de una paciente suya de 43 años que decía “no tener ni cerebro, ni entrañas, ni tórax, tan solo piel y huesos”, Cotard llegó a la conclusión de que este trastorno era una variante de un estado depresivo exagerado mezclado con una melancolía ansiosa. En este caso la paciente falleció de inanición, dado que estaba convencida de estar muerta y de no tener estómago, por lo tanto no tenía la “necesidad” de comer.
No obstante aunque es un delirio típico de las depresiones más graves (como las psicóticas) en la actualidad dicho síndrome también se ha relacionado con otros trastornos del sistema nervioso como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Desde un punto de vista neuroanatómico, este síndrome se relaciona con problemas en diferentes componentes cerebrales, se cree que esta afectada una parte del lóbulo occipital y las conexiones del sistema límbico, por ejemplo la amígdala, que está asociada a las respuestas emocionales, y en este síndrome el paciente experimenta una falta de emociones hacia lo que le rodea. El tratamiento suele ser farmacológico para reducir los síntomas mediante el uso de medicamentos antidepresivos y antipsicóticos.
Por lo que en la noche de Halloween puede que no todos los zombis sean producto de un disfraz, sino de una mala pasada que les hace el cerebro haciéndoles creer que son “muertos vivientes”.