Apatía, frustración, agotamiento en general… sensación de no poder con todo, de estar desbordado en el trabajo… y la frase repitiéndose en tu cabeza: ”Estoy quemado” “no tengo ganas de ir a trabajar”… Estos y otros son síntomas del síndrome conocido como burnout, dicho síndrome ligado al ámbito laboral es un proceso, cuyo desencadenante es el estrés laboral crónico y en el cual hay una combinación de variables tanto individuales, sociales y por supuesto laborables.
Conlleva al agotamiento con una sensación de no poder más a nivel emocional, se considera como consecuencia de una situación prolongada donde hay un desajuste entre las demandas y los recursos laborales y la demanda y capacidad de respuesta del trabajador que da lugar a una consecuencia emocionalmente negativa en el estado mental del trabajador. De forma que este síndrome implica que se desarrollen actitudes negativas hacia el trabajo y una auto-evaluación negativa y sentimiento de ineficacia laboral y fracaso profesional.
Por lo que entre otros motivos es el resultado de un toque de atención reiterativo que nos da nuestro organismo cuando hay una desregulación entre las demandas de nuestro puesto de trabajo y nuestra situación personal y profesional dando lugar a fatiga emocional y un conjunto de síntomas psicológicos y físicos que se agravan en el tiempo debido a la interacción de factores internos y externos, por ello los efectos negativos de la demanda emocional exigida por la empresa u organización y el trabajo emocional extra por parte del trabajador pueden dar lugar a este síndrome.
Hay que tener en cuenta que aunque los primeros estudios se hicieron en organizaciones donde había un trato directo con el cliente, usuario o paciente, actualmente el síndrome burnout se puede dar en cualquier tipo de trabajo ya que existe una gran competencia, presión y exigencia de obtener los mejores resultados en el menor tiempo y menor coste posible por lo que cualquier trabajador puede estar expuesto a una situación de estrés crónico laboral y utilizar estrategias de afrontamiento ineficaces, el trabajador intenta adaptarse y responder eficazmente a las demandas y presiones laborales, al hacerlo en exceso y de forma prolongada en el tiempo, da lugar a esa sensación de “estar quemado”.
Las consecuencias del burnout son mayoritariamente emocionales, pero también conductuales como consecuencia de la despersonalización, además se pueden presentar desordenes fisiológicos como cefaleas, dolores musculares, náuseas, hipertensión, úlceras, pérdida de apetito, disfunciones sexuales o problemas de sueño, y consecuencias sociales por el aislamiento dentro del trabajo, de forma que habrá una falta de interacción social, y como es evidente es fácil extrapolar la situación fuera del ámbito laboral y que los síntomas afecten a las relaciones personales externas del trabajador.
No obstante hay formas de prevenir este síndrome, a nivel personal debemos entender y aceptar que existe un proceso de adaptación entre las expectativas iniciales que tenemos ante el trabajo y las expectativas reales, por lo que debemos establecernos metas alcanzables y paulatinamente subir nuestras expectativas, de forma que podamos mantener la ilusión dentro del ámbito laboral pero de forma realista, siendo conscientes y aceptando nuestras limitaciones, y sabiendo que los errores son parte de nuestro aprendizaje. También existe una relación entre los conocimientos y la formación a la hora de enfrentarse a la disonancia emocional, si poseemos una mayor formación desarrollaremos de una forma más efectiva nuestro puesto de trabajo, sabiendo enfrentarnos mejor a los posibles retos o problemas. Tampoco debemos olvidar nuestra valía personal y profesional, podemos entenderla como la autoeficacia que definió Bandura (1987): “el rendimiento adecuado que requiere tanto de habilidades como la creencia por parte del sujeto de que dispone de la eficacia suficiente para utilizarlas”, así la autoeficacia es la percepción que cada uno tenemos sobre nuestras capacidades, por lo tanto se trata de la opinión sobre lo que podemos hacer con los recursos de los que disponemos, a mayores niveles de autoeficacia creeremos más en nuestras capacidades, y en consecuencia, el trabajo emocional es menos probable que se experimenta como un desgaste de energía.
Finalmente, es positivo tener identidad de empresa pero la empresa son las personas, los compañeros, los usuarios, clientes y pacientes, por lo que sin perder la “fidelidad” a las demandas empresariales no hay que olvidar la fidelidad a nosotros mismos y por supuesto saber equilibrar el trabajo con la vida personal, dedicando tiempo a los demás y a nosotros mismos, hay que realizar de forma satisfactoria nuestro trabajo pero no convertirlo en el eje principal de nuestra vida y que la absorba.