Hace cinco milenios una de las civilizaciones más antiguas, importantes y duraderas de la historia de la humanidad comenzó su desarrollo a orillas del Nilo. Entre todos sus logros, a día de hoy es considerada como la civilización madre de la medicina… Así que al pensar en los antiguos egipcios no solo hay que tener la imagen de las imponentes y majestuosas pirámides sino también de que fueron los precursores de la medicina tal y como la conocemos actualmente.
Todas las actividades que se llevaban a cabo en el antiguo Egipto tenían un marcado componente religioso y por supuesto la medicina faraónica estaba influenciada por ello, lo que la dotaba de importantes matices “mágicos”. Los egipcios creían que el padecimiento de las enfermedades era un castigo divino por la trasgresión de alguna de sus leyes, por tanto la medicina era ejercida por lo sacerdotes, que estaban organizados jerárquicamente y estaban protegidos por los dioses. Había tres tipos de médicos: los sacerdotes de Sekhmet (diosa de la salud), los escribas (snwn) de carácter laico, y los magos con poderes que conjuraban la enfermedad.
No obstante la medicina se practicó de una forma racional y deductiva a través de la observación clínica. Además a través de los relatos griegos sabemos que llevaron a cabo avances neurológicos y que entre las especialidades médicas se encontraban los “expertos en la cabeza” tal y como refiere Heródoto.
El comienzo de sus conocimientos anatómicos fue a partir de la observación e inspección de las heridas y de la práctica del embalsamamiento. Desarrollaron un gran número de diagnósticos y prescripciones de diversos tratamientos. Practicaron la anamnesis, el pronóstico e incluso una cirugía reglada. Desde el punto de vista de la neurociencia, los egipcios describieron por primera vez el cerebro, además de patologías como la jaqueca, epilepsia o ictus entre otras y las secuelas de los traumatismos craneales y de la sección medular, alcanzando cierto desarrollo en el manejo del paciente neurotraumatológico.
Además de diagnóstico, realizaban intervenciones, tratando cefaleas o realizando trepanaciones craneales. Incluso llegaron a tener un conocimiento que relacionaba las transferencias del cerebro a los músculos, dando una funcionalidad al cerebro. A través de los papiros de la época sabemos que especifican que los movimientos de los diferentes miembros dependían del funcionamiento de los hemisferios cerebrales del lado opuesto, lo que hoy conocemos como lateralidad cerebral. También se tiene constancia de que describieron enfermedades ligadas al cerebro a las que denominaron: “enfermedad de una persona que se deteriora con la edad”… un antepasado por ejemplo de la enfermedad de Alzehimer.
Dentro de las prescripciones de los tratamientos encontramos que para la curación del mal de cabeza (cefaleas o migrañas) utilizaban dos o tres compuestos en un excipiente de aceite y de miel. Se consideraba que el origen de los preparados era “divino” y se relacionaba cada uno con un dios diferente, por lo tanto, también se añadía un “encantamiento” o frases religiosas a la aplicación del tratamiento. A día de hoy sería difícil demostrar la eficacia de los remedios utilizados, en parte porque hay plantas que se desconocen o porque las descritas no son las adecuadas para el tratamiento, a excepción del enhebro que si tiene una acción vasomotora.
Consiguieron con los primitivos instrumentales y los escasísimos conocimientos de base que poseían llevar a cabo importantes avances en los diversos campos de medicina. Su desarrollo quizá podría haber sido mayor si no hubieran dotado de magia y misticismo muchas de las patologías pero aún así a la grandiosidad de sus obras arquitectónicas hay que añadir, entre otras muchas cosas, la grandiosidad de sus avances en neurología.