Suena una canción, oímos tararear una melodía y en ese momento podemos trasladarnos a algún recuerdo de nuestro pasado, o sentirnos de repente más contentos, o nostálgicos… o por el contrario si es una melodía que nos desagrada pensar que en breve tendremos dolor de cabeza. En cualquier caso escuchar música, influye en aspectos biológicos y de comportamiento del ser humano, su influencia en nuestro cerebro puede modificarlo para que ambos hemisferios sean más rápidos y esto conlleve a una mejora en nuestra memoria, aprendizaje e incluso en nuestra ejecución matemática.
La música ha sido objeto de estudio en neurología y se han planteado programas de neurorrehabilitación basados en los beneficios de la música, por ejemplo el llevado a cabo por Tomatis, el cual realizó una propuesta de rehabilitación dirigida a personas con dificultades auditivas o del lenguaje, a través de la estimulación musical (sobre todo con piezas de Mozart). Obtuvo cambios positivos en la rehabilitación del lenguaje y en el desarrollo del habla, a este efecto se le ha denominado “efecto Tomatis”. También se ha demostrado que escuchar música de Mozart desencadena cambios significativos en la conducta (relacionados a estados de alerta y calma), en la afectividad y cambios metabólicos (aumento del contenido de calcio y dopamina en el cerebro).
Según estudios neuroanatómicos, el hemisferio izquierdo está especializado en el procesamiento del lenguaje y el hemisferio derecho en la percepción y procesamiento de la música. También sabemos que el procesamiento de la música activa el circuito audiomotor y que el placer que sentimos al oír música es generado por un grupo de neuronas del encéfalo, el núcleo accumbens, además estas neuronas activan otras áreas del cerebro mientras escuchamos música, las áreas sensoriales, emocionales y ejecutivas y de ahí deriva nuestra respuesta emocional ante la música que estamos escuchando. Las activaciones de patrones cerebrales que se consiguen a través de la práctica musical afectan a casi todas las áreas del cerebro, por lo que nos indica un uso más eficiente y económico de sus capacidades.
Entonces, ¿cambia nuestro cerebro con la educación musical? parece ser que sí, los estudios recientes de neuroimagen así lo demuestran, la música estimula las conexiones neuronales específicas situadas en el centro de razonamiento abstracto del cerebro. Además durante los primeros años de vida se puede conseguir un mayor apego de los bebes hacia sus padres a través de la música ya que fortalece el vinculo fraterno-filial, por ejemplo, de forma casi instintiva al dirigirnos al bebé modulamos nuestro tono de voz, siendo esta más suave y musical, lo cual le tranquiliza. Además hay estudios que muestran que una enseñanza musical en la infancia repercute en tener mejor memoria oral porque tienen más desarrollado el lóbulo temporal izquierdo del cerebro. Por lo que la música puede ser un vehículo para el desarrollo integral del niño influyendo positivamente en el desarrollo de las áreas cognitiva, social, emocional, afectiva, motora, y por supuesto del lenguaje y de la capacidad de lectoescritura.
Por todo ello ahora cuando escuchemos música además de evocarnos recuerdos o gustarnos sin más y crear esa sensación placentera, estaremos desarrollando de forma positiva una parte de nuestro cerebro, contribuyendo al desarrollo armónico de nuestros dos hemisferios cerebrales, de nuestro razonamiento espacio-temporal y de nuestra memoria, así que dediquemos un rato al día a escuchar buena música…