La empatía es “ponerse en los zapatos del otro” es decir intentar comprender situaciones o sentimientos de otros no desde nuestro punto de vista sino desde el de ellos, desde su perspectiva que puede no ser la nuestra.
Por tanto la respuesta empática es la capacidad que tenemos para comprender al otro y ponerse en su lugar a partir de la información que percibimos y establecer así una reacción afectiva ya que se comparte el estado emocional de la otra persona, que puede producir desde alegría a tristeza o malestar, ansiedad, en definitiva el amplio abanico de emociones y sensaciones que somos capaces de percibir y sentir.
La empatía es necesaria para una correcta interacción social adaptativa, es decir sin empatía no podríamos entender actuaciones de otros, ni seguramente aceptarlas, y de la misma forma el resto tampoco podrían entender nuestras propias actuaciones. Desde un punto de vista psicológico hay dos componentes fundamentales, por un lado el cognitivo, relacionado con la capacidad para abstraer los procesos mentales de otras personas, y por otro lado el emocional, que es como reaccionamos ante el estado emocional de la otra persona.
Durante los últimos años se ha estudiado desde un punto de vista neurofisiológico las áreas cerebrales que están involucradas en la respuesta empática, llegando a la conclusión a través de los estudios con imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) que el sentimiento de empatía se origina en la corteza insular anterior. Además estudios con pacientes que presentaban un daño en la corteza insular anterior mostraban deficiencias en el procesamiento del dolor empático tanto explícito como implícito.
No obstante la empatía no es una cualidad que todos desarrollen en la misma medida, ya que ser empático es un rasgo de nuestra personalidad que podemos potenciar en mayor o menor medida, pero es importante que tengamos en cuenta las ventajas de ser una persona empática, por ejemplo, es una cualidad útil en profesiones como la de maestro, ya que fomenta la buena comunicación con los alumnos y padres facilitando una relación más saludable y por tanto un mejor desarrollo en la enseñanza, de igual forma es una característica valorada en los líderes, y además las personas empáticas transmiten mayor familiaridad, desarrollan una mayor sociabilidad y crean vínculos más estables, lo cual favorece no solo a las personas que nos rodean sino a nosotros mismos.
Para potenciar nuestra empatía, debemos desarrollar nuestra capacidad de atención a los demás, saber escuchar, observar el comportamiento de los demás los pequeños detalles como las expresiones faciales o el tono de voz y poder asociarlos al tipo de respuesta no verbal que pueda estar dando la otra persona ante una situación, no intentar juzgar o imponer nuestra opinión sino pensar en lo que siente la otra persona y fomentar el diálogo, el acercamiento evitando las confrontaciones innecesarias.