Cuando muere un ser querido, animal, nos invade una tristeza difícil de dominar y cuya única cura es el paso del tiempo.
Imaginad ahora que tenéis un gato al que queréis como a un miembro más de vuestra familia. Imaginad que el animal muere atropellado…
Una gruesa nube imaginaria invadirá vuestras vidas y la tristeza vivirá latente en vuestra casa durante un tiempo. Vendrán días en que los recuerdos os irán tocando el sentimiento y vuestra lucha por echar abajo la tristeza que acompaña a esos recuerdos será dura. Os ocurrirá que llegaréis a casa y casi sentiréis el roce del gato o el perro en vuestras piernas. Es más, os aseguro que incluso algún día, con el triste recuerdo aún latente, llegaréis a verlo llegar a saludaros cuando entráis en vuestra casa. Pero irá pasando el tiempo y estas sensaciones se irán apagando, quedando sólo el dulce recuerdo de su antigua compañía. Un recuerdo muy agradable que no morirá nunca.
Imaginad ahora que fuera posible que existiera la posibilidad que nos plantea Stephen King en su novela – El cementerio de animales – y hubiera un lugar en el que pudierais enterrar a vuestro gran amigo de forma que resucitase a los pocos días. Si, además, la noticia de la existencia de este lugar os la da un muerto viviente que se os aparece en sueños (o no…) nos encontramos ante una tenebrosa situación que seguro que a muchos de nosotros nos generaría una gran duda.
Imaginad ahora que seguís las instrucciones del muerto viviente de vuestros sueños y enterráis a vuestro gato en ese cementerio del cual volverá resucitado. Habéis logrado el objetivo: el gato vuelve a vosotros, aunque un tanto diferente; ojos con un punto siniestro y maléfico; actitud arisca y un tanto temible. Pero al fin y al cabo es vuestro gato y ha vuelto, evitando vuestro sufrimiento y vuestra lucha por acabar con la tristeza. No tendréis que esperar el paso del tiempo para asumir su falta. ¡Fantástico! ¿no? Lo malo es que no parece que sea muy factible hacer frente al más allá y resulta que tienes a tu gato resucitado, mas “un poco muerto”, cuya actitud e intenciones no son precisamente cariñosas.
Ahora imaginad que tenéis un hijo pequeño – no más de tres años – al que queréis con una locura humanamente inexplicable (los que lo tenéis sabéis de qué hablo). Imaginad que el niño muere atropellado, delante de tus ojos, por un camión… imaginad.
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Nº de páginas: 488 págs
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Lengua: Español
ISBN: 9788497930994