Ni que decir tiene que, desde pequeños, siempre hemos acudido a Jacob y Wilhelm Grimm – los famosísimos hermanos - o a Hans Christian Andersen, Charles Perrault o, yendo un poco más allá, Esopo y Samaniego, maestros inmortales de las fábulas. Como siempre, autores extranjeros que hacían – y hacen – las delicias de niños y mayores con sus fantásticas historias. Sin embargo, en nuestro país tenemos autores de los buenos, de los eternos e inmortales que también son - y serán – capaces de emocionar a grandes y pequeños por los siglos de los siglos.
Cuando Paulina conoció al saltamontes verde, que iba de polizón del Ulises, pensó que era un aprendiz de caballito loco, aunque, como tenía sólo un pie descalzo, decidió enviarlo al país de la pizarra. Sólo de esta forma pudo descubrir el verdadero final de la Bella durmiente.
A quien le suene parte o mucho de la tontería que he escrito en el párrafo anterior, seguro que es porque ha leído los Cuentos de Ana María Matute. Aparte de la indudable aptitud para escribir que debe tener cualquier escritor que se precie, son necesarias grandes dosis de imaginación si lo que se quiere es que afloren emociones sólo posibles cuando se vive dentro de una historia inventada. Ana María Matute lo consigue con sus cuentos…
Sólo voy a dejaros un pequeño avance de esa imaginación a la que me refería. Un niño adoptado que ha perdido la voz y, a pesar de todo, sabe que no es mudo; sabe que puede encontrar su voz y recorrerá numerosas aventuras para intentar recuperarla. Lo malo es que las cosas nunca son como uno planea y la solución, en ocasiones, aparece en el lugar menos indicado…
Y para qué hablaros de Gabriela, una niña que tenía la triste habilidad de perder siempre un zapato. Sólo uno, no los dos. Esto, claro, era un problema. Siempre fue un problema hasta que encontró la puerta a un maravilloso mundo, que sólo podía atravesarse llevando un pie descalzo. Lo que ocurre a partir de aquí dejo que lo descubráis…
Son dos ejemplos de lo que la mente escritora de Ana María Matute es capaz de idear. No, no es necesario acudir a los clásicos que he mencionado antes para poder disfrutar de una lectura de fantásticos cuentos. Aunque, también, si, también, pero lo que ocurre es que tenemos una vecina que se llama Ana María, que nos ha dejado diez cuentos que nada tiene que envidiar a esos clásicos. Y si no, que se lo digan a Perrault, cuya Bella Durmiente sufre de manos de Ana María Matute una auténtica transformación – no la Bella, sino el cuento entero – dejándonos ver de forma irónica que los cuentos no tienen por qué tener siempre finales felices.
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Título: Todos mis cuentos
Autor: Ana María Matute
Editoral: DEBOLSILLO
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
Nº de páginas: 448 págs.
Lengua: ESPAÑOL
ISBN: 9788499890296